Archivos para septiembre, 2008

Quiero ser feliz

martes, 16 septiembre, 2008

No es la primera vez que cuando le pregunto a alguien «¿Qué quieres?«, me responde «¡Ser feliz!«.  Y no es raro oír esta respuesta, porque la felicidad nos engancha como si de una droga se tratara, haciendo que queramos ser felices durante más tiempo, en más lugares y con más gente.  Incluso se la deseamos a nuestros seres más queridos para que ellos también puedan disfrutar del placer de ser felices.

Pero ¿dónde está la felicidad?  Cuenta la leyenda que en el principio de los tiempos se reunieron varios demonios para hacer una travesura.  Uno de ellos dijo: «Debemos quitarles algo a los humanos, pero ¿qué les quitamos?«.  Después de mucho pensar uno dijo: «¡Ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar

¿Y dónde la escondieron? Los que hayan respondido que la felicidad está fuera de uno mismo… ¡buena suerte!  Los traviesos demonios escondieron la felicidad dentro de nosotros.  Si realmente queremos ser felices tendremos que buscar la felicidad dentro de nosotros.  Y aunque la felicidad no tiene por qué ser la misma para todas las personas, sí depende de las condiciones internas de cada uno.

Y ¿cómo encuentro la felicidad dentro de mi?  Hay un medio seguro.  Consiste en controlar nuestros pensamientos.  Shakespeare dijo «Nada es bueno o malo, sino que el pensamiento es lo que hace que las cosas sean buenas o malas.«

No es lo que tenemos o lo que somos o dónde estamos lo que nos hace felices o desgraciados, sino lo que pensamos acerca de todo ello.  Dos personas pueden trabajar en el mismo cliente, realizando las mismas tareas y ganando lo mismo a fin de mes, pero una es feliz y la otra no.  ¿Qué es lo que cambia?  Su actitud mental.

¿Y cuán feliz puedo ser? Abraham Lincoln lo señaló una vez con las siguientes palabras: «casi todas las personas son tan felices como se deciden a serlo«.

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Sonría, por favor

lunes, 15 septiembre, 2008

A principios del s. XX, Charles Schwab le dijo a su amigo Dale Carnegie que su sonrisa le había valido un millón de dólares. Carnegie comentaba en su libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas «… es probable que haya pecado por defecto más que por exceso en ese cálculo

Un millón de dólares de hace más de 70 años sería como decir ahora que su sonrisa le había reportado más de 20 millones de euros -dejo el cálculo exacto para los economistas-, o lo que es lo mismo, más de 3.000 millones de nuestras queridas pesetas.

Más recientemente, Woody Allen dijo en una de sus películas algo así como: «No temas al hombre apuesto que se acerca a tu mujer, sino al que la haga reír«.

Da igual si es por dinero o por miedo a perder a la mujer con la que compartes tu vida pero ¿no tienes ganas de sonreír?

No, no es una sonrisa poco sincera lo que le dio a Schwab su fama, ni la que encandilará a esa mujer a la que te estas acercando, sino una sonrisa verdadera, una sonrisa que alegre el corazón, que venga de adentro, una sonrisa que valga cada uno de esos 20 millones de euro o el corazón de esa mujer. Los actos hablan en voz más alta que las palabras, y una sonrisa expresa: «Me gustas.  Me causas felicidad.  Me alegro tanto de verte»

¿No tienes ganas de sonreír?  Está bien ¿qué puedes hacer?  Dos cosas:

  1. Esforzarte en sonreír.  Si estas solo, pon tu canción favorita, silba, tararea o cantala.
  2. Procede como si fueras feliz, y eso contribuirá a hacerte feliz.

El extinto profesor William James dijo: «La acción parece seguir al sentimiento, pero en realidad la acción y el sentimiento van juntos; y si se regula la acción, que está bajo el control más directo de la voluntad, podemos regular el sentimiento, que no lo está«.

Obviamente, si eres una persona que siempre vas con el ceño fruncido y cara de pocos amigos, la gente se sorprenderá, y hasta se quedará atónita con el cambio.  Pero no importa, a las personas que nunca te hayan visto sonreír dilas que a partir de hoy la sonrisa será cosa de todos los días.  Verás lo que sucede a tu alrededor.

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Escucha activa

sábado, 13 septiembre, 2008

¿Cuántas veces hemos dicho a alguna persona «¡Es que no me escuchas!«?

No es difícil encontrarte en el trabajo, en la calle e incluso en tu propia casa, con personas que te oyen, es decir,  que perciben con el oído los sonidos que salen de tu boca, pero no los escuchan, no prestan atención a lo que oyen, por lo que no reciben el mensaje que queremos transmitir.

Este tipo de personas suelen tener el foco de atención sobre sí mismos.  Se distraen fácilmente con su diálogo interno, mientras están pensando en la pregunta que nos van a hacer cuando cojamos aire de nuevo.  Normalmente sólo oyen palabras que se filtran entre su diálogo, perdiendo la verdadera esencia del mensaje.  Suelen hacer interpretaciones a partir de una palabra suelta y, además, son ellos quienes dirigen la conversación.

Pero ¿cómo podemos evitar ser nosotros uno de estos personajes tan molestos?  ¿Cómo podemos practicar la escucha eficaz?

El nivel más alto de escucha es aquel en el que se escucha de forma global lo que la otra persona dice, y lo que no dice -expresado a través de su lenguaje corporal.  Se le suele preguntar para confirmar lo que se entiende de ambos lenguajes, teniendo en cuenta todos los elementos, palabras, tonos, respiración, etc.  Se evita interpretar y ser directivo.  Se resume y parafrasea lo que dice el interlocutor para asegurar la claridad y el entendimiento.

A continuación cito algunos consejos para conseguir este nivel de escucha:

En pocas semanas nos estarán diciendo «¡Me encanta hablar contigo, porque escuchas lo que tengo que decir!«

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Gestión del tiempo

viernes, 12 septiembre, 2008

El trabajo, el gimnasio, los niños, la casa…  hoy en día son tantas las actividades que realizamos a lo largo del día que no es raro escuchar a la gente decir «es que no tengo tiempo«.  Algunas empresas de productos lácteos han visto este nuevo patrón de conducta y ya anuncian por televisión productos para mejorar las defensas de nuestro organismo, ya que según dicen, esta hiperactividad reduce nuestras defensas durante cualquier época del año.

Por su parte, Mertxe Pasamontes comentaba hace unos días en su blog que hay que «hacer las cosas, pero sin darles urgencia, dedicando el tiempo necesario«.  Este comentario me evoca la forma de vida de los caribeños, quienes parecen no estresarse por nada y quienes se toman su tiempo para cada cosa que hacen.

Pero sin querer llegar a ninguno de estos extremos ¿cómo aprendo a gestionar mi tiempo para tener una vida equilibrada?  Tal vez la primera respuesta que se nos ocurre a la mayoría es «¡Aprende a delegar!«.  Hay personas que necesitan tener el control absoluto de todo lo que sucede a su alrededor,  incluso de aquellas cosas que no son importantes.

Otra respuesta suele ser «¡Elimina cosas!«.  Hay personas que tienen que ir a todos los eventos, a todas las reuniones, estar en todas partes, lo cual sólo incrementa su nivel de estrés y ansiedad.

Otra respuesta suele ser «¡Planifica tu agenda!«.  Hay gente que hace las cosas según le llegan.  Ahora esto, ahora lo otro.  Nunca parecen acabar nada y siempre tienen la mesa llena de papeles.  Al final esto supone un nivel de ansiedad alto, porque nunca terminan nada de lo que tienen entre manos, porque siempre tienen algo nuevo que hacer.

¿Cómo podemos comenzar a equilibrar nuestras vidas?  Tal vez sería interesante comenzar por saber el significado de los términos «importante» y «urgente«.

La RAE define el término urgente como «que urge«.  Por tanto, algo urgente es algo que se exige con apremio.  Algo que puedes incluso ser obligado a hacer con mandamiento de autoridad. Mientras que define el término importante como la «cualidad de lo importante, de lo que es muy conveniente o interesante, o de mucha entidad o consecuencia«.

Por tanto, teniendo esto en cuenta, la regla a seguir sería:

¿Qué te impide empezar hoy a mejorar tu calidad de vida utilizando estas simples reglas?

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Creencias limitantes

jueves, 11 septiembre, 2008

¿Que es una creencia?  La Real Academia define la creencia como el firme asentimiento y conformidad con algo.

Las creencias son principios de acción sobre los que actuamos como si fueran ciertos. Buda decía «No os creáis nada. No importa dónde lo leáis, o quién lo haya dicho, aunque lo haya dicho yo, a menos que concuerde con vuestra propia razón y vuestro sentido común«.

¿Dónde nacen estas creencias?  Muchas de nuestras creencias fueron «implantadas» durante nuestra infancia, antes de que fuésemos conscientes de su impacto. La educación que nos proporcionaron nuestros padres en casa, las enseñanzas de nuestros profesores en el colegio; la cultura en la que nos hemos criado e incluso los medios de comunicación que vemos o escuchamos nos han ido transmitiendo una serie de creencias que han quedado arraigadas en nuestro yo más profundo.

El resto de creencias se han ido creando a partir de nuestras propias experiencias, y a su vez, las creencias influyen sobre nuestras experiencias, haciendo que algunas sean posibles y otras no.

¿Cuándo es una creencia buena y cuándo no?  Las creencias no son buenas ni malas, sino potenciadoras o limitantes.  Cuando alguien cree que puede hacer algo, lo hace, mientras que si está convencido de que no es posible, no importa lo que se le diga que no se le convencerá de lo contrario.

Cuántas veces habremos escuchado la frase «No puedo«.  Según Paul R. Scheele, presidente de Learning Strategies Corporation, esta frase «es la fuerza de la negación más poderosa de la psique humana«.

Por su parte, Eleanor Roosevelt dijo «Nadie puede hacer que te sientas inferior si tú no se lo permites«.  El coaching actúa a partir de creencias potenciadoras para que consigas el objetivo marcado.

¿Cómo identifico una creencia limitante?  Antes de nada hay que ser consciente de que tenemos esas creencias, para lo cual hay que expresarlas.  Una pregunta  que puede ser de gran ayuda a la hora de identificar las creencias que nos limitan en la consecución de un objetivo específico es: «¿Qué te impide alcanzar tu objetivo?» Si no eres capaz de identificar ninguna creencia limitante tal vez no hayas pensado suficientemente en el objetivo.

Lo bueno de todo esto es que las creencias cambian y, por tanto, las experiencias cambian como resultado de estas.  Así que busca aquellos objetivos que no hayas podido alcanzar hasta ahora e identifica que es lo que te impedía conseguirlos (el trabajo que deseas, la pareja con la que compartir tu tiempo, una buena relación…)

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Coaching Creativo

martes, 9 septiembre, 2008

La RAE define la creatividad como «La facultad de crear«.  Y define crear como «producir algo de la nada«, para lo que utiliza el ejemplo «Dios creó cielos y tierra«.  Uniendo ambas definiciones podemos decir que la creatividad es «la facultad de producir algo de la nada«.

¿Qué hace que una persona más formada que otra sea menos creativa?  Las anécdotas, o leyendas urbanas, confirman que las personas con más nivel cultural, o con mayor formación no suelen ser las más creativas.  Véase el caso del niño que ayuda a sacar un autobús que se había quedado encajado en un túnel desinflando las ruedas.  O el caso de la señora de la limpieza que resuelve un tema logístico con el que llevaba horas un ingeniero.

Estos casos nos hacen ver que la creatividad surge con mayor facilidad en las mentes abiertas y en las personas que no tienen nada que perder si dicen «una tontería».  Hoy en día se utiliza el «brainstorming» (o lluvia de ideas) para sacar toda la creatividad de los empleados.  Estas sesiones permiten decir «lo que se te ocurra»-dentro de un orden-, en un ambiente seguro, es decir, donde nadie puede reírse del prójimo diga lo que diga,  y donde lo que se diga se queda dentro de la sala y no sirve como comentario de pasillo para reírse de tus compañeros.  Aquí se busca la participación e involucración de todos.  Las ideas de unos pueden ser aprovechadas por otros y así sucesivamente durante varios minutos.  La idea más absurda inicialmente puede generar la solución perfecta después de varias iteraciones de los participantes.

La necesidad también puede hacer que las personas agudicen su ingenio y creatividad.  Véase el caso de Charles Chaplin en su película «The Kid» (El Chico), donde un vagabundo sin apenas recursos tiene que hacerse cargo de un niño que han dejado abandonado en la calle.  Sin dinero para comprar una cuna, pañales o biberones, Charlot utiliza mantas y cuerdas para hacer la cuna; utiliza una cafetera a modo de biberón y recorta una sábana para hacer los pañales.

Años después Charlot aprovecha la puntería del niño para aumentar los ingresos de su negocio.  Mientras el pequeño se dedica a romper los cristales de las ventanas de los ciudadanos, el padre adoptivo se dedica a ir por detrás arreglándolas, si bien este comportamiento hace que tengan que huir de la justicia en más de una ocasión.

Otro modelo en cuestiones de creatividad es Rowan Atkinson, más conocido por todos como Mr Bean.  Este personaje utiliza su ingenio para pintar una habitación sin dar un solo brochazo; conduce su coche desde el techo después de llenarlo con bolsas de la compra; saca su Mini de un aparcamiento sin pagar un céntimo; o se cambia de ropa en la playa sin que nadie vea sus vergüenzas.

La necesidad, la mente abierta y las ideas de los demás son algunas de las cosas que pueden hacer que seamos más creativos.  Los miedos y los reproches pueden hacer que la gente deje la creatividad en su casa y se centre en decir «lo que el jefe quiere escuchar».

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Miradas condescendientes

lunes, 8 septiembre, 2008

Después de leer el comentario que Eduardo Gutiérrez dejó en mi artículo «La Paradoja Rural» he creído oportuno pararme a reflexionar sobre sus palabras, las cuales cito a continuación:»Los urbanitas miran con condescendencia a los de los pueblos, sin sospechar con cuanta conmiseración los miramos nosotros a ellos, encerrados en sus ciudades.«

A principios del siglo pasado la diferencia de clases era algo muy marcado en nuestra sociedad.  Los habitantes de las zonas rurales eran considerados como «paletos«.  Gente que, debido a sus circunstancias, no había tenido la suerte de tener una educación digna y que, por tanto, lo único que podían hacer para subsistir en este duro mundo era dedicarse al ganado y a la agricultura.

En esta época, el médico, el cura y el agente de policía eran las máximas autoridades, pudiendo solucionar  la mayoría de  los problemas que aquellas gentes pudieran tener en su día a día, desde disputas entre vecinos, pasando por dolencias derivadas del trabajo hasta aquellas producidas por el espíritu.

La pobreza de los menos afortunados podía llegar a tal extremo que en algunos casos se pagaba al médico con huevos, cebollas, chorizos, o cualquier cosa que hubiera producido la tierra durante los últimos días.  Esta situación podía hacer que, los entonces urbanitas, se acercaran a las zonas rurales y miraran a su población con ojos de superioridad, pudiendo reírse de ellos en más de una ocasión y humillándolos para «pasar el rato».

Por norma general los padres siempre quieren «lo mejor» para sus hijos.  Es entonces normal pensar que, si no tienes luz eléctrica, ni agua corriente, vistes a tu familia con harapos, y los «veraneantes» te humillan y se ríen de tu familia cada vez que vienen como forma de diversión; lo que quieres es sacar a tus hijos de esas penurias para que sean «hombres de provecho«, aunque tú sigas sufriendo las mismas calamidades.

Pero hoy en día, en pleno siglo XXI, viviendo en la «Sociedad de la Información», donde Internet está al alcance de todos, donde la gran mayoría de nosotros hemos tenido la suerte de una educación «más que digna», donde la recogida de la patata y la fresa la realizan temporeros de otros países menos desarrollados que el nuestro ¿cómo es posible que el urbanita mire con condescendencia a la gente de  las zonas rurales?  ¿Cómo es posible que ese urbanita no se acuerde de sus raíces?  ¿Cómo es posible que no se dé cuenta que la persona que está frente a él puede tener su misma formación, pero ha elegido vivir en un ambiente más natural?  ¿Cómo no se da cuenta de que esa persona es feliz?

Mientras tanto «el hombre rural» siente pena por nosotros, porque sufrimos de estrés; porque vivimos rodeados de asfalto y hormigón que generan un microclima «anormal»; porque por mucho cristal que pongamos a nuestros muros seguimos extrañando nuestra libertad; porque sólo en los días con menor nivel de contaminación somos capaces de ver la Sierra; porque el sonido más agradable que escuchamos en todo el día es la bocina del coche tuneado que nos pide paso al cambiar de color el semáforo.

¿Y si fuésemos capaces de escuchar a estas personas?  ¿Qué nos podrían aportar desde su mundo?  ¿Qué podríamos aprender de ellos?  ¿Y ellos de nosotros?  ¿Cómo podrían ayudarnos para que nuestras vidas fuesen más felices y tranquilas?  ¿Cómo podríamos harmonizar ambos mundos?  ¿Cómo podríamos aumentar nuestra autoestima sin tener que humillar a otras personas?

Ahora es vuestro turno.  Ahora podeis comenzar a dejar vuestros comentarios para que entre todos podamos iniciar una nueva andadura en común. ¡Este es el momento del cambio, no lo dejes escapar!

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Esclavitud en el s. XXI

domingo, 7 septiembre, 2008

Leía esta mañana el artículo «La hipocresía en NIKE» donde el autor, Francisco de Sántoyo, exponía la doble moral de la marca deportiva en relación a los Derechos Humanos, ya que si bien la marca parecía defenderlos de cara al público, luego tenía a niños esclavizados en sus fábricas de Asia y África cosiendo las camisetas y zapatillas deportivas que luego nos vende.

La Real Academia Española, en su vigésima segunda edición del diccionario de la lengua española, define al esclavo como «dicho de una persona: que carece de libertad por estar bajo el dominio de otra«.  Esta es la definición «más popular», la que si alguien nos pregunta daríamos sin apenas pensárnoslo.

Sin embargo, la segunda definición me ha parecido aún más interesante si cabe. En esta se puede leer «sometido rigurosa o fuertemente a un deber, pasión, afecto, vicio, etc., que priva de libertad.  Hombre esclavo de su palabra, de la ambición, de la amistad, de la envidia«.

Si esto es así ¿qué impide que el hombre sea «esclavo de sus creencias«?  ¿Cómo pueden nuestras creencias privarnos de libertad?  ¿Cuándo nos someten a otra persona? ¿Dónde nos toca para que puedan esclavizarnos?  ¿Para qué nos sirven?  ¿Qué nos aportan?

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Objetivo: aportar al cliente

sábado, 6 septiembre, 2008

Ahora que me veo involucrado en el tema del «Coaching Turístico» debo decir que mi artículo «El Turismo Rural Activo» (2003) todavía tiene algunos matices de actualidad en lo referente a:

Sin embargo, en aquel entonces nos olvidamos de algo muy importante: «El Cliente«. Puede que esto fuera debido a que este hacía su elección «a golpe de clic» y por tanto no teníamos control en su toma de decisiones.  Sin embargo esto no era del todo cierto.  Ya entonces los alojamientos «subían» a la red fotos cuyo objetivo era captar el interés del cliente, que mostraban de forma gráfica lo que les aportaría el estar alojados en ese lugar paradisíaco y en esas habitaciones durante unos días.  Lo que algunos comenzaron a definir como «alojamientos con encanto».

El urbanita sale de su entorno por diversas razones: para descansar, hacer deporte, culturizarse o recuperar la intimidad con su pareja  pueden ser algunas de ellas.  En términos muy generales podría decirse que este es su objetivo.  Y por tanto buscará aquellos alojamientos que le aporten: tranquilidad, actividad, cultura o romanticismo según sea el caso.

De ahí la importancia, no sólo de las fotos que se suben a Internet, sino de que la persona que atiende la llamada sea capaz de identificar las necesidades de su posible cliente, de que lo conozca lo más posible en el momento de realizar la reserva.  Es necesario desarrollar la habilidad de saber formular preguntas abiertas dedicadas a explorar la realidad del cliente y que comienzan por los términos: Qué, Cuándo, Dónde, Quién y Cuánto.  Y no sólo a formular preguntas cerradas que la única información que nos dan son el nombre, número de personas, fecha de entrada, la necesidad de una cuna o si tomará desayuno.

Un sencillo cuestionario puede facilitarnos la vida y mostrar nuestro interés por conocer a nuestro cliente para, sabiendo lo que yo puedo ofrecer, analizar cómo puedo ofrecérselo en el momento en que solicite las llaves de su habitación.

Esto también ayuda a fortalecer las redes entre los alojamientos y las empresas de turismo activo de la zona, las cuales también pueden hacer este ejercicio y proponer a sus clientes ciertos alojamientos en función de las necesidades del mismo.

Tal vez de esta forma consigamos tener «clientes satisfechos».  Tal vez utilizando ciertas herramientas que nos ofrece el coaching podamos conseguir aportar al cliente lo que necesita para conseguir su objetivo, y así, salga satisfecho de su experiencia con nosotros y pueda recomendarnos a sus amigos y conocidos.

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Cómo motivar

viernes, 5 septiembre, 2008

Estas vacaciones he tenido la oportunidad de practicar uno de los deportes que mi cuerpo me pedía a gritos desde hacía ya algún tiempo, el «kite surf«.

Para los menos deportistas, el «kite surf» consiste en el uso de una cometa de tracción y una tabla con la que te deslizas sobre el agua.  A priori todo suena muy sencillo ¿verdad?  ¿Quién no ha volado una cometa en su niñez?  Y deslizarse por el agua, tampoco puede ser tan difícil si existe algo que tira de ti ¿no?   Entonces ¿dónde estriba la dificultad para que lo consideren como deporte de riesgo?

Pues allí me tenéis, en una fabulosa playa de Lanzarote, con un viento de 13 nudos «cross on-shore«, con mi arnés a lo «Fran Rivera», mi top negro de licra que resaltaba que las altas temperaturas estivales comenzaban a derretir mi «tableta de chocolate», y mi casco al más puro estilo «Calimero».  Vaya, la envidia del Inserso. Y es en este momento que entra en escena Tommy, nuestro monitor.

No sé si habría hecho un Doctorado en Psicología, o un Master en Comportamiento Humano, pero lo que es cierto es que era un motivador nato.  Desde el primer momento nos acogió con una sonrisa en su cara.  Durante la explicación teórica sobre los vientos, cuáles son los óptimos para la práctica de este deporte y con cuáles no hay que salir nunca al agua utilizó la arena a modo de pizarra para hacer la explicación más gráfica.

Llegada la hora de hinchar la cometa, no sólo nos explicó qué era cada cosa, sino que nos dijo cómo hacerlo y nos tuvo practicando  con el inflador -tal vez la parte más dura de toda esta experiencia.

Al elevar la cometa por primera vez nos indicó cómo utilizar las diferentes líneas.  Todo eran elogios sobre lo bien que lo hacíamos, lo rápido que aprendíamos y lo pronto que podríamos estar en el agua.  Incluso cuando a uno de los alumnos le traicionó su instinto y no le permitió soltar la cometa, viéndose arrastrado por la arena unos metros, no lo humilló ni dijo lo inútil que era, sino que insistió en la importancia de la seguridad en este deporte.

Cuando utilicé una «nueva técnica» para forzarme a ser arrastrado por la arena sobre mis talones, y no intentando emular a Carl Lewis y comerme literalmente la arena, se mostró interesado y me felicitó por los progresos alcanzados.

Personalmente me sentí muy bien, motivado a seguir practicando, a esforzarme más.  Claro, dirá alguno, pero es que ese es su trabajo, lo que quiere es que vuelvas y contrates sus servicios.  Pero ¿no es eso lo que queremos en nuestro negocio?  ¿No queremos que la gente vuelva, que nuestros empleados sean más productivos, que estén contentos y quieran quedarse con nosotros?

En resumen, si bien Javier Castillo (Poty) había sido un modelo a seguir en el arte de la motivación, desde hace unas semanas también lo es Tommy, y las sencillas reglas que ambos utilizan son:

¿Qué le impide ahora poner estas reglas en practica y obtener la ayuda de los demás?

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