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Bullying

lunes, 21 marzo, 2011

Eran las 17:30 horas, y como cada día, Lucas esperaba sentado frente a la puerta la llegada de los niños. Al oírse la puerta del ascensor Lucas se levantó y comenzó a agitar la cola de izquierda a derecha. La puerta se abrió. Sin embargo, y a diferencia de otros días, no se oyó ningún escándalo. Los niños entraban en silencio, mientras el único que retozaba era el pobre Lucas, quien sabía que en breve podría bajar a la calle de nuevo.

Los niños se acercaron y me dieron un abrazo, pero Juan, el mayor de ellos, me lanzo un saludo desde lejos y siguió para su dormitorio. Como su comportamiento me pareció fuera de lo normal, me levanté y me acerqué a su habitación. Al llegar a su puerta le pregunté – “¿Estas bien?”. A lo que él respondió – “Si, tan sólo un poco cansado”. Mientras entraba en su cuarto le repliqué – “¿Y dónde está mi abrazo?”. Esbozó una sonrisa y me abrazó.

Al apretarlo entre mis brazos noté que se retorcía un poco al tiempo que se separaba de mi. “¿Qué ocurre?” – le cuestioné. “Nada” – respondió mientras se llevaba una mano al costado contrario. Mi curiosidad hizo que me acercara y levantara la camisa por ese lado. Su piel estaba llena de cardenales. Ante mi sorpresa interrogué “¿Y esto?”.  Mientras bajaba la mirada al suelo dijo: “Mamá, en el colegio me pegan”. Su respuesta me dejó helada. No esperaba que esto le pudiera ocurrir a él.

El acoso escolar es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado. Los protagonistas de los casos de acoso escolar suelen ser niños y niñas cuyas edades rondan los 12-13 años, es decir, en proceso de entrada en la adolescencia.

El acosador, normalmente rodeado de una banda o grupo, busca obtener el reconocimiento y la atención de los demás. Aunque su objetivo principal es intimidar, el acosador tiene una necesidad imperiosa de dominar y destruir a los demás.

El sujeto maltratado suele ser aquella persona que no sigue al grupo, la que se resiste, la diferente o la que sobresale académicamente, aunque en ocasiones suele darse la paradoja de que es el estudiante con mejores notas el cabecilla del hostigamiento. De esta forma la víctima queda expuesta física y emocionalmente ante el maltratador. Como consecuencia se generan una serie de secuelas psicológicas: el adolescente vive aterrorizado ante la idea de volver al colegio, se muestra nervioso, triste y solitario en su vida cotidiana.

Este comportamiento de hostigamiento hacia la víctima suele ser debido a la falta de una autoridad exterior en forma de profesor, familiar o mediador que imponga límites a este tipo de conductas.

Una de las soluciones que todo padre suele ofrecer ante este tipo de situaciones es: “Si te pega, tú dale más duro, ya verás como te deja de pegar”. Efectivamente, el enfrentamiento físico es una de las alternativas que tenemos cuando nos están hostigando, aunque puede que no sea la más recomendable, en especial cuando en el otro lado existe una banda que apoya al hostigador.

No se nos debe olvidar que en todo acoso existen dos partes, cada una de las cuales tendrá su propia visión de la situación y sus propias razones para hostigar o para sentirse víctima de la situación. Esto implica que tal vez la técnica de la pelea no sea la más apropiada y deban utilizarse otras técnicas de resolución de conflictos menos agresivas y que aporten más a los estudiantes.

Algunos colegios americanos donde el acoso escolar había incrementado drásticamente durante los últimos años han optado por instaurar la figura del mediador dentro de la escuela. Estas personas tienen como tarea principal mediar en la resolución de conflictos que ocurran entre los estudiantes del instituto.

En nuestro país existen colegios con su propio equipo de psicólogos, si bien estos están más enfocados a la orientación académica que a la mediación de conflictos entre los estudiantes, por lo que el acoso que los alumnos sufran dentro de sus instalaciones puede ser obviado sutilmente. Por el contrario, algunas instituciones con menos recursos aprovechan el dinamismo de sus alumnos para que sean ellos mismos quienes eligen a los mediadores de entre sus propios compañeros.

Este tipo de iniciativas son de suma importancia, por lo que conviene apoyarlas tanto por el profesorado como por los propios padres. Con objeto de desarrollar las habilidades de los nuevos mediadores, el coach puede formarlos para que sepan utilizar aquellas herramientas de coaching que les serán imprescindibles a la hora de mediar entre dos de sus compañeros. De igual manera, un coach con conocimientos de negociación puede mostrarles de forma didáctica la metodología de negociación más apropiada para este tipo de situaciones, así como a realizar un seguimiento de los casos más conflictivos y aportarles nuevas ideas para su resolución.

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