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Invasores del espacio

martes, 1 marzo, 2011

De todos es sabido que los animales son territoriales y que establecen sus lindes orinando o defecando en ellas. El espacio territorial no es fijo, varía en función de la densidad de población de la zona. De esta forma, los leones salvajes pueden tener un espacio territorial de un radio de cincuenta kilómetros o más, mientras que los leones criados en cautividad tienen un espacio territorial de unos pocos metros. Esto que ocurre continuamente con los animales, también ocurre con el ser humano.

El antropólogo Edward T. Hall propuso en 1963 la utilización del término proxémica para describir las distancias que se pueden medir entre las personas mientras estas interactúan entre sí. De estas investigaciones se desprenden cuatro distancias zonales diferentes: la zona íntima, la zona personal, la zona social y la zona pública.

Las personas “mantenemos la distancia” con aquellos individuos que desconocemos. Según vamos adquiriendo mayor confianza con ellos permitimos que se acerquen más, admitiendo que se adentren en nuestra zona personal e incluso en nuestra zona íntima.

Pero al igual que necesitamos mantener la distancia física con los desconocidos para no sentir que nos avasallan ni que invaden nuestro espacio personal, no es menos cierto que también existen ocasiones en las que requerimos permanecer a cierta distancia de nuestros seres más queridos para tomar decisiones que exigen cierta meditación.

Las personas que han mantenido una relación destructiva con su pareja suelen pedir un tiempo y un espacio para meditar y averiguar cómo se encuentran actualmente, qué es lo que ha pasado en su relación, dónde han fallado, qué es lo que buscan, si quieren concluir la relación actual o si están dispuestas a iniciar una relación con otra persona.

Aunque sea complicado comprender inicialmente qué es lo que las personas quieren decir con: “necesito tiempo” o “necesito un poco de espacio”, está claro que lo que están exigiendo es que no se las atosigue, que no se las presiones más, ya que esto podría provocar que tocasen fondo.

El pedir un poco de espacio no es negativo, ya que, entre otras cosas, nos permite coger un poco de aire, descansar de la otra persona, tener tiempo para organizar las ideas y así no posponer la toma de decisiones con la excusa de que no tengo la cabeza asentada y calmada.

Es cierto que en ocasiones la solicitud de espacio no implica que haya una meditación para solucionar el problema en cuestión, sino que es un tiempo que se utiliza para buscar a otra persona con quien olvidarse de los problemas cotidianos y, si toda va bien, comenzar una nueva relación con ella.

El dar espacio a una persona nos puede producir miedo, o una sensación de ansiedad, porque al dejarla libre la podemos perder para siempre. En la película “Proposición indecente” había una frase que decía algo así como: “abre la puerta de la jaula para que el pájaro sea libre. Si realmente tiene que ser tuyo, volverá a ti. Si no, nunca debió ser tuyo en primer lugar”.

Dejar libre a una persona no sólo implica que es posible que no vuelva, sino que también nos fuerza a romper todas las dependencias que se tenía con ella, algo que en ocasiones resulta harto complicado. Basta que alguien nos quiera quitar a esa persona, o que sintamos que la podemos perder, que nos ponemos manos a la obra para recuperarla de nuevo a cualquier precio, aunque sea de forma temporal.

Y a ti, ¿quién te está pidiendo un poco de espacio y eres incapaz de dárselo por miedo a perderla?

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