Archivos para la categoría ‘coaching ejecutivo’

La desaparición de Mónica

sábado, 2 junio, 2018

María estaba por fin a pocos metros de la casa de su amado.  Por fin parecía que podría estar con él después de tantos meses luchando con ella misma para saber qué era lo que quería, para coger fuerzas y hacer lo que debía hacer: ser feliz con él.

Pero su hermana la había encontrado, una vez más.  No sabía cómo lo había hecho, pero allí estaba, corriendo tras ella.  Y si la alcanzaba, se la llevaría de nuevo a aquella casa, a aquella habitación de la que estaba cansada.  Y, tal vez, esta vez, no tuviera posibilidad de escapar nunca más; porque las medidas de seguridad aumentarían para que se quedara allí encerrada de por vida.

Así que la única opción era correr.  Correr hacia aquella puerta entreabierta.  Una puerta por la que salía un poco de luz del interior.  Una luz de esperanza.  Una luz que demostraba que había alguien dentro de casa.  Alguien que la estaba esperando.  Alguien que la podía seguir amando.  Así que utilizó las pocas fuerzas que tenía para correr y llegar antes que su hermana a aquella casa.

Mónica estaba muy cerca de su hermana.  Apenas unos centímetros la separaban de aquella persona que se había escapado.  De aquella persona que quería hundirla, destruirla.  Tenía que alcanzarla antes de que cometiera un suicidio emocional.  Un suicidio que podía hacer que su hermana “la débil” sufriera como ya lo había hecho en otras ocasiones.  No, no lo iba a permitir, debía evitar aquel suicidio, debía esconder a su hermana para “ambas” pudieran vivir felices de nuevo.

María notaba el roce de los dedos de su hermana en la espalda, pero ya había subido los dos escalones que la separaban de aquella puerta y, mientras estiraba su mano para asir aquel pomo que le daría la libertad, sintió como la mano de Mónica se aferraba a su camisa y tiraba de ella hacia un lado, evitando que llegara a tocar el pomo y tirándola al suelo.

El estruendo causado por el golpe de María sobre la pared de madera hizo que las personas que se encontraban en el salón de aquella casa se dieran la vuelta para ver qué es lo que estaba pasando en la entrada.  El forcejeo siguió en la calle durante unos segundos, hasta que se hizo la calma de nuevo.

La puerta se abrió.  La luz iluminó la cara de aquella mujer, todavía jadeante.  El niño, de unos cinco años, dio un par de pasos hacia atrás para acercarse a su madre mientras con sus enormes ojos castaños no dejaba de mirar a aquella mujer que se sacudía la ropa e intentaba adecentarse un poco.  La señora mayor, quien parecía la abuela de la criatura, se había puesto en pie y miraba hacia la esquina por la que aparecía un hombre.

El hombre se acercó poco a poco hacia aquella mujer que acababa de entrar por la puerta.  Sus ojos no daban crédito.  ¿María? – preguntó.

La mujer sonrió mientras giraba ligeramente la cabeza en busca de la hermana que había dejado atrás, al tiempo que daba unos pasos hacia adelante para acercarse a su amado con los brazos abiertos y él gritaba entusiasmado: ¡María, eres tú!

Poco a poco se acercaron el uno al otro.  Se miraron a los ojos y se fundieron en un abrazo mientras él le decía al oído: “Te quiero, siempre te he querido y siempre te querré”.  María se sonrió y respondió: “Yo también te quiero”, mientras veía cómo su hermana Mónica que estaba detrás de aquel ventanal se desvanecía y desaparecía para siempre.

Las personas tenemos diferentes formas de enfrentarnos a nuestros miedos.   Las hay que se plantan delante de sus fantasmas y les hacen frente.  Otras necesitan tiempo para coger fuerzas y enfrentarse a ellos.  Y otras se esconden para que esos fantasmas no les vean.  En función de la opción que se tome, cada persona tendrá una vida diferente.

De igual manera, los tiempos son también diferentes.  Las personas más valientes se enfrentarán a sus miedos lo antes posible, para quitárselos de en medio y vivir una vida plena cuanto antes.  Las menos valientes necesitaran algo más de tiempo para enfrentarse a ellos y, aquellas que temen el enfrentamiento, es posible que nunca se atrevan a quitarse esos fantasmas, por lo que el tiempo que necesiten, será casi infinito.

Pero las personas tienden a enfrentarse a sus miedos cuando realmente están motivadas, bien porque han visto que, si no lo hacen, si no cambian su vida, nunca van a ser felices, o bien porque el amor les da la energía suficiente para cambiar.

En cualquier caso, hasta la persona más valiente que nos podamos encontrar, nunca tiene claro cuál será su destino, es posible que esa persona que esperamos ver al otro lado de la puerta no esté y, si lo está, no sabemos cómo nos recibirá, si nos volverá a querer.

Lo importante de todo esto es arriesgarse porque, aunque fracasemos, aunque nos volvamos a caer y a hacer daño, esta experiencia nos hará más fuertes y, quien sabe, igual tenemos la suerte de que la otra persona, esa a la que realmente queremos, está ahí para apoyarnos, para cogernos de nuevo de la mano y comenzar una vida juntos, una vida que nos hará felices a los dos.  Y si tenemos dudas, siempre podemos utilizar a un profesional de parejas que nos ayude a entendernos.

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El jilguero

sábado, 3 marzo, 2018

Martín era un entusiasta de las aves.  Aunque no era un ornitólogo profesional, le encantaba salir al campo con su cámara para sacar fotos de todos los especímenes que se encontraban por su zona.  Incluso en alguna ocasión se había tomado unas vacaciones para ir a otros países en busca de nuevas aves.

Un día soleado de primavera, Martín salió a dar un paseo por el bosque que rodeaba su casa con su perro Gatillo, como había hecho en tantas otras ocasiones. Sin embargo, esta vez, mientras caminaba escuchando a esas aves que amenizaban su periplo sorteando arbustos, helechos, troncos caídos y alguna que otra zarza que había crecido de manera descomunal después de las últimas lluvias y la entrada del buen tiempo; Gatillo se paró en seco junto a un helecho, mirando fijamente a lo que había bajo su sombra.

Martín se acercó a Gatillo, con cautela, ya que no tenía muy claro lo que su fiel mascota quería mostrarle.  Apartó algunas hierbas y el helecho al que miraba fijamente su animal.  Y allí estaba, un pequeño jilguero que había caído de su nido hacía pocos minutos, ya que, en un lugar como ese, cualquier alimaña hubiera detectado a aquel animalito en menos de quince minutos.

Martín apartó a Gatillo de su lado, ya que su excitación no le dejaba concentrarse en el pequeño descubrimiento, al que cogió y lo puso dentro de uno de sus guantes térmicos para evitar que perdiera más calor del necesario.  Escarbó un poco la tierra, en busca de alguna lombriz que pudiera dar de comer al pequeño pajarito, y dio media vuelta rumbo a su casa, donde cuidaría de aquel plumón de pico amarillento hasta que se recuperara.

Al llegar a su casa buscó una jaula que tenía en el trastero y que no utilizaba desde que murieron unos agapornis que le regaló un viejo amigo cuando se fue a la selva amazónica.  Abrió la puertecilla y llenó su interior con hierbas y hojas para crear una especie de colchón donde aquel jilguerillo se sintiera algo más cómodo.  Metió al pequeño pájaro y dejó junto a él las primeras lombrices que había recogido en el campo.

Las semanas pasaron y el pequeño jilguero ya se había recuperado totalmente de sus heridas.  Tanto era así que hacía pocos días que había comenzado a cantar cada mañana para mostrar su alegría de estar allí.  Mientras cantaba, Gatillo se sentaba frente a él y lo miraba fijamente como en un intento de averiguar qué significaban aquellos cánticos que a él también le alegraban el día.

Aunque Martín tenía previsto soltar a la pequeña criatura, no era menos cierto que sus cánticos amenizaban todas las estancias de la casa, dándole pena tener que dejarlo en libertad, por lo que pensó que se lo quedaría un poco más de tiempo hasta que subiera volar y defenderse de las rapaces que pudieran estar acechándole en el bosque.

Así pasaron unos cuantos meses y, ya entrado el verano, Martín comenzó a ver que aquel jilguero que amenizaba sus mañanas, tardes y noches, parecía no estar tan feliz como al principio.  Tal vez aquel jilguero comenzaba a extrañar la libertad que nunca tuvo pero que veía que tenían el resto de sus compañeros que estaban detrás de aquel cristal.

Después de hablarlo con la almohada, Martín se levantó un día, se acercó a la jaula, la levantó con cuidado y se la llevó al balcón de su casa, donde abrió aquella pequeña puerta por donde diariamente cambiaba el agua y el pienso.

El jilguero, al ver aquella puerta abierta, no supo lo que debía hacer y se quedó posado sobre una de las ramas de cerezo que Martín había puesto dentro de su celda.  Martín, al ver que el pajarillo estaba inmóvil sin saber qué hacer, lo incitó a que saliera con gritos de ánimo: “¡Vamos, sal!  ¡Sé libre!  ¡Vete con tus amigos que te están esperando!  ¡Sé feliz en tu entorno!”  Pero nada de lo que dijera parecía hacer comprender a ese pajarillo que tenía que dar un par de saltos para salir de aquella jaula de metal.

Los días pasaron, y aquella puerta se mantuvo abierta, esperando que aquel pájaro saliera de una vez por todas de aquella jaula que parecía estar ahogándole.  Martín, aunque quería mantener a aquella criatura con él, sabía que lo mejor era que volara libre.  Su egoísmo no podía hacer que ese pajarillo sufriera por él.  No, no le deseaba que estuviera mal; por lo que, cada día, le ponía el agua y la comida un poco más lejos de su jaula para ver si salía y perdía el miedo al mundo exterior.

Un día, mientras estaba comiendo el pienso que Martín había dejado en un pequeño cuenco sobre la mesa, el pajarillo miró a su alrededor y vio a sus hermanos revolotear alrededor de aquella casa y de aquellos árboles.  Miró a los que habían sido hasta entonces los seres que le habían dado de comer y beber, y comenzó a cantar mientras desplegaba sus alas y las batía contra el viento para elevarse de aquella mesa y salir en busca de sus hermanos.

Martín miró a Gatillo con una sonrisa, sabiendo que aquella era la última vez que iban a ver a aquel pajarillo.  Gatillo pareció entender el mensaje y comenzó a perseguir al jilguero, ladrando, despidiéndolo, mientras éste revoloteaba por la habitación cogiendo fuerzas para salir por aquella ventana que llevaba abierta desde hacía un buen rato.

Aquella fue la última vez que Martín escuchó el cántico de aquel jilguero dentro de su casa, dentro de su jaula.  Con el corazón en un puño, pero contento porque aquella criatura era libre y posiblemente más feliz que con él, Martín esperaba volver a verlo algún día, aunque no lo tenía muy claro.

Los días pasaron, y Martín escuchaba el cántico del que una vez fuera su huésped entre los árboles del bosque mientras mantenía su ventana abierta en espera de que, un día, quizás, aquel pajarillo se posara de nuevo en su ventana y le despertara con su cántico.

Las personas tenemos que estar atentas a nuestro entorno más cercano si queremos ayudarles.  Si vemos que nuestra pareja está triste deberemos hablar con ella para saber cuáles son los motivos que la hacen estar en ese estado.  Si el motivo somos nosotros, deberemos ser honrados con nosotros mismos y analizar las causas que hacen que esté así.  Si podemos identificar esas causas y cambiar nuestras actitudes para salvar la relación, adelante, hagamos lo que está en nuestras manos para salvarle.  Pero si por el contrario vemos que no vamos a poder cambiar, o que de hecho no queremos cambiar, entonces deberemos abrir esa puerta que permita que la persona a la que queremos sea libre.

Y como decían en una película muy famosa “si vuelve, es que realmente nos pertenecía; y si no lo hace, es que nunca nos perteneció”

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Fuga de talentos

miércoles, 9 febrero, 2011

El progresivo envejecimiento de la población alemana y el equilibrio aparente de algunas profesiones (número de estudiantes que se licencian al año frente a los profesionales que se jubilan en el mismo periodo), hace que la industria de ese país necesite cubrir parte de sus necesidades de recursos humanos con inmigrantes cualificados de otros países de la Unión.

La buena prensa de los ingenieros españoles, unido a las necesidades de Alemania por conseguir profesionales cualificados, ha hecho que su Canciller, Angela Merckel, haya invitado a los ingenieros de nuestro país a trabajar en el suyo, algo que inicialmente parece ser un beneficio para ambas partes, debido a la escasez de empleo en nuestro país y a las necesidades de nuestro anfitrión.

La falta de preparación de nuestros políticos en materias vitales para el desarrollo de nuestro país, unido a su desmesurada preocupación por los intereses partidistas, hace que la invitación de la Canciller alemana sea muy atractiva para los jóvenes mejor formados, y para los más audaces, quienes no sólo se largarán de casa, sino que también lo harán del país que los formó.

Aunque algunos catedráticos afirman que la fuga de talento de nuestro país no tiene mucho efecto sobre la competitividad de España a nivel cuantitativo, es posible que la marcha de una persona con talento de una empresa pequeña suponga un impacto considerable para dicha organización.

Para evitar que el talento se traslade a la competencia la primera idea que nos puede surgir es ofrecerle un aumento de sueldo. Dicho esto, habría que tener en cuenta las palabras que el Presidente de una consultora internacional me dijo hace unos años frente a la pregunta de aumentar el sueldo a las personas que decían que se iban de la empresa: “puedes retener a las personas en el proyecto hasta que este finalice si las aumentas el salario, pero si verdaderamente están a disgusto en la empresa, en menos de seis meses estarán saliendo por esa puerta”.

En un momento de esplendor económico es posible que las empresas se puedan permitir el lujo de aumentar el salario de sus empleados, pero en una situación de crisis como la actual, donde la tendencia de las empresas es congelar o bajar los salarios para hacer más competitivos sus productos, esta técnica está fuera de todo lugar, Por lo tanto, la pregunta que se pueden hacer algunos Directores Generales es: ¿cómo retengo a mis empleados cuando les estoy dando más carga de trabajo sin aumentarles el sueldo?

A fecha de hoy esto es bastante sencillo, basta con informarles de cuánto van a cobrar si se van al paro, de la tasa de contratación de personal cualificado en las empresas españolas, y del recorte en la prestación social. Esta información puede hacer que un elevado porcentaje de trabajadores intenten mantener su puesto de trabajo, pero al mismo tiempo provocará una reacción negativa en ellos al sentirse maltratados por la empresa. Esto puede tener como consecuencia casi inmediata empleados que vienen a trabajar con el ceño fruncido, insatisfechos, que rinden menos en el trabajo, que cualquier disculpa es buena para no estar en su puesto, y que provocan un malestar generalizado entre el resto del equipo. Entonces ¿cómo puedo hacer para que vengan contentos a trabajar todos los días?

Está claro que el dinero no da la felicidad, pero ayuda bastante. Las personas solemos querer más, aumentar nuestro patrimonio personal para de alguna forma mostrar a los demás nuestro éxito personal. Pero pensar que el dinero es la solución para retener a mis empleados puede ser una limitación a nuestra creatividad. Las personas tenemos nuestras necesidades puntuales que no siempre tienen que estar asociadas al dinero.

Los momentos de crisis nos permiten ser más creativos en nuestras soluciones, por eso es importante saber cuáles son los intereses de la empresa y los de nuestros empleados. Si bien es cierto que los convenios colectivos han sido un salto cualitativo en cuanto a los derechos de los trabajadores se refiere, no es menos cierto que a la hora de retener el talento en una empresa es fundamental enfocarse en los intereses particulares de cada persona para poder realizar una buena negociación que beneficie a ambas partes.

El mostrar interés por las personas es una inversión que sale barata al final del día. Utilizar la escucha activa y romper con ciertas creencias que limitan la creatividad es fundamental en estos casos. El formular preguntas abiertas suele ayudar a obtener respuestas con valor, pero es cada persona la que sabe lo que es lo mejor para su negocio así que… ¿qué fórmulas se te ocurren para evitar esta fuga de talento de tu empresa?

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¿Cuánto valgo?

miércoles, 3 noviembre, 2010

Si te pregunto por el precio de un producto determinado es posible que lo puedas saber de memoria porque es un elemento que utilizas a diario.  Si no tienes tanta suerte tendrás que preguntar a alguien, bajar a la calle a buscarlo en alguna tienda o localizarlo por Internet.  Si ahora te pregunto por el valor que tiene ese producto para ti es posible que tardes un poco más en responder pero podrás hacerlo, e incluso indicar si ese producto es caro o barato en función de tus necesidades actuales.  Y si ahora te pregunto ¿cuánto vales tú? ¿Cuánto tardarás en responder?

Las personas sabemos lo que cuesta todo aquello que tenemos a nuestro alrededor, e incluso el valor que tiene cada cosa para nosotros, pero nos sigue resultando complicado saber lo que nosotros valemos, en especial si nuestra autoestima está baja. Aunque es posible que no sepamos lo que valemos en este preciso momento existen ocasiones en las que podemos tener una idea más aproximada.

La primera ocasión en la que comenzamos a cuestionarnos nuestra valía es cuando tenemos un trabajo en el que no nos sentimos realizados.  En este caso se suelen escuchar frases como «no me pagan lo suficiente para el trabajo que hago«.  Nosotros creemos que el salario que nos pagan no se ajusta a lo que valgo, por lo que es posible que me revele contra mis superiores y les comience a pedir un aumento de sueldo antes de comenzar una huelga de brazos caídos si no me lo otorgan.

Otro momento en el que podemos identificar nuestro valor es cuando salimos al mercado de trabajo.  Cuando estamos buscando trabajo de forma activa es cuando realmente podemos saber lo que las empresas me valoran, bien porque en las ofertas ponen el salario que ofrecen para realizar ciertas tareas o bien porque durante la entrevista me lo confirman o incluso preguntan directamente: «¿por cuánto te cambiarías de empresa?».

Aún teniendo el dato del salario sobre la mesa es posible que me siga costando saber cuánto valgo, ya que el valor como profesional es diferente al que tengo como persona, por mucho que a las empresas les parezca que el uno va integrado en el otro.  Tal vez sea esta la razón por la que ninguna persona que se siente frente a ti durante una entrevista te pregunte: ¿mientes? ¿robas? ¿eres deshonesto? Porque además de ser preguntas que pueden considerarse políticamente incorrectas, es probable que se asuma que los candidatos vienen «de fábrica» con el kit completo de valores personales, o que vienen libres de pecado y que es «el poder el que corrompe a la persona«.

No obstante, en esta sociedad cuyo gobierno tiende hacia la kakistocracia y donde la corrupción de los altos directivos y cargos políticos está a la orden del día, no desmerecería mucho ni sería inadecuado comenzar a preguntar por los valores de la persona, e incluso que esta pregunta fuese recíproca, es decir, que el candidato la hiciera sobre la empresa, ya que podría darse el caso en el que los valores de la empresa fueran contradictorios con los suyos y le resultara imposible trabajar en dicho entorno.

En cualquier caso sería interesante ver la cara del candidato cuando la entrevistadora le pregunta ¿cuáles son tus valores personales? Su semblante, además de perder todo su color de golpe, sería todo un poema.  Y de haber una respuesta ante tal interrogante es posible que incluyera alguna que otra mentira piadosa ante la que la entrevistadora tendría que poner casi la misma cara de desconcierto.  Además, seguro que es más sencillo sacar leyes como la Sarbanes Oxley de 2002, que evita fraudes en las empresas que cotizan en la bolsa americana, que preguntar al candidato por sus valores.

El tener valores personales como la honestidad, la sinceridad o la lealtad no es algo retrógrado sino progresista, ya que son los empleados de la empresa y sus valores los que permitirán el progreso de la misma.  Las personas debemos deshacernos de viejas ideas como el «todo vale para conseguir nuestro objetivo» y comenzar a valorar no sólo las habilidades técnicas de los candidatos para realizar las tareas encomendadas, o sus habilidades interpersonales para gestionar y liderar a los equipos, sino además las cualidades que los hacen ser personas de provecho, ya que son estas cualidades y valores los que reflejarán ante nuestros clientes, subordinados e incluso otras sociedades.

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Suicidio profesional

martes, 12 octubre, 2010

No cabe duda de que en algunos entornos laborales podemos toparnos con algún mando que nos puede agredir verbalmente y que nos puede humillar delante de nuestros compañeros haciendo que nuestra vida sea un verdadero infierno.  Este tipo de personajes hacen que nuestro corazón se acelere cada vez que están a menos de cinco metros de nosotros, que nuestra presión arterial suba hasta límites que pueden provocar un infarto de miocardio o un derrame cerebral, e incluso son capaces de desarrollar nuestra imaginación hasta el punto de que somos capaces de fantasear con situaciones que hasta entonces nos parecían propias de una película de terror.

Por mucho que este tipo de personas nos humillen y nos lleven hasta límites insospechados, la mayoría de las veces no hacemos ni decimos nada por miedo a perder nuestro puesto de trabajo. Por lo tanto, nuestro sentimiento de rabia y odio hacia dicha persona sigue aumentando de manera exponencial.  Con el transcurso del tiempo es posible que estallemos, arruinando la carrera profesional que veníamos labrando hasta el momento.

Es posible diferenciar dos tipos de personas que pueden tener este tipo de explosiones emocionales.  Por un lado están los que llamaremos los suicidas, masoquistas que no dudan en lanzar al aire todo tipo de comentarios con el único fin de ser despedidos.  Lo único que desean estas personas es ser castigadas por su superior, porque en el fondo gozan siendo maltratadas por la otra persona.  A estas personas no les importa las consecuencias que sus acciones puedan tener sobre su carrera profesional.

En el lado opuesto están las personas a quienes les importa su carrera profesional pero quienes han ido acumulando una carga emocional de tal magnitud que tiende a explotar en el momento más inoportuno, arruinando de esta forma todo lo creado hasta el momento.  Estas personas no gozan con la humillación, sino que desean el respeto de sus compañeros y superiores, pero es la ausencia de autoestima en ellas lo que las lleva a este punto de no retorno.

Si bien las primeras son kamikazes que arriesgan de forma temeraria su carrera profesional, y poco puede hacerse por ellas, las segundas pueden salvarse de la quema si desarrollan su habilidad para gestionar sus emociones, si desarrollan su autoestima y comienzan a quererse un poco más a sí mismas.  Un coach puede ser una ayuda muy positiva en estos casos, ya que puede ayudar a desarrollar la gestión de sus emociones al tiempo que refuerza y eleva la autoestima de la persona a través de la utilización de herramientas que aceleran el proceso.

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Estereotipos

jueves, 15 julio, 2010

La forma en la que nos acercamos a otras personas, en la que damos la mano, el tono de voz con que hablamos y, en general, todo nuestro lenguaje corporal, es un factor clave que determinará la primera impresión que causamos a los demás.  Esto puede hacer que un encuentro tenga los resultados deseados o, por el contrario, otros totalmente opuestos y desastrosos.  Y lo peor de todo esto es que no existen segundas oportunidades para crear una primera impresión.

Los estudios demuestran que durante los primeros cuatro minutos de conocer a una persona nos formamos el 90% de la imagen, o idea, sobre ella con carácter inmutable.  Esto es lo que se define como estereotipo, y una vez te han colgado el sambenito es muy complicado quitártelo de encima.

Puede parecer que esta acción de estereotipar a las personas es algo que muy pocos de nosotros hacemos, sin embargo, cada vez que pongo mis ojos en una persona nueva la escrutinio de tal forma que llego a formarme un juicio sobre ella, juicio éste que puede llegar hasta el punto de censurar y desaprobar las acciones que pueda realizar dicha persona.  Nosotros hacemos esto, y la gente lo hace con nosotros.

Puesto que nosotros estereotipamos a las personas que nos rodean y ellas lo hacen con nosotros, lo más positivo es no crearse un juicio sobre esa persona hasta que se la conozca un poco más en profundidad, e incluso en ese momento no es recomendable el realizar juicios sobre ella, ya que como he indicado antes, estos juicios provocan una censura sobre la persona en cuestión que puede hacer que nuestra relación vaya por el camino menos deseado.

De esta forma es importante tener en cuenta que una persona limpia y aseada, con la cara bien afeitada y una buena sonrisa dan una imagen de buena persona.

Por el contrario, aquellos varones con bigote o barba son percibidas inicialmente como los villanos de las películas, ya que el pelo sobre su rostro impide que las personas de su alrededor perciban las señales que muestra su cara.  Para compensar esta situación es necesario que la persona sonría, hable y diga algo a las personas que la acompañan, toque en la zona neutra -entre el hombro y el brazo- y salude dando la mano.

De igual manera, una persona con gafas es percibida como una persona inteligente, estudiosa, seria y confiable.  Por lo que en el entorno de trabajo las gafas le pueden hacer a uno más inteligente y confiable que a otras personas que no las llevan.

Por su parte las personas con pelo gris o alopécicas son percibidas como personas de alto estatus.  Y por último, las personas cuya ropa no está bien conjuntada o no está limpia dan sensación de personas descuidadas, como si de un vagabundo se tratara.

De todo esto se desprende que las primeras impresiones son importantes, pero que no hay que crear juicios prematuros sobre las personas si no las conocemos un poco más.  Asimismo podemos aprender que antes de ir a una entrevista de trabajo debemos tener en cuenta algunas de las cosas indicadas en los párrafos anteriores para no ser considerados como personas descuidadas o poco profesionales.

La comunicación no verbal no sólo tiene una importancia vital en nuestras vida porque es el 93% de nuestra comunicación, sino también porque puede dar una imagen totalmente opuesta a lo que realmente somos, y la energía que necesitaremos para quitar esa imagen preconcebida será excesiva comparada con la que tenemos que hacer en un primer momento para preparar nuestro primer encuentro con la otra persona.

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Sentido del humor

viernes, 23 abril, 2010

La productividad de los trabajadores es una asignatura que a más de un Consejero o Director General le trae de cabeza durante su mandato en una organización. Para incentivar a sus empleados los comités de Dirección se pasan horas elaborando nuevas y complicadas fórmulas que motiven a sus trabajadores a actuar de forma más eficaz. Sin embargo, y a pesar de todas las medidas adoptadas durante la última década, la productividad de un gran número de empresas españolas sigue siendo el gran caballo de batalla de los directivos.

De un tiempo a esta parte las empresas estadounidenses, líderes en temas relacionados con el desarrollo de habilidades de liderazgo, vienen midiendo no sólo el IQ o coeficiente intelectual de sus empleados, sino también el FQ o coeficiente humorístico. La razón de esta nueva medición no es otra que aumentar la productividad de la empresa, ya que según los estudios realizados, las condiciones de diversión aumentan el rendimiento de los trabajadores.

Un claro ejemplo de esta nueva forma de trabajar es Google, empresa fundada por Larry Page y Sergey Brin en septiembre de 2000, que en poco menos de siete años se convirtió en la marca más valiosa del mundo, alcanzando la suma de 66.000 millones de dólares y superando a empresas tan emblemáticas como Microsoft, General Electric y Coca-Cola. Esto fue posible gracias a la filosofía de sus fundadores que decían que «el trabajo debe ser un desafío y el desafío, una diversión«.

Tal y como destaca el psicólogo Eduardo Jáuregui, los beneficios del sentido del humor en la empresa son:

Hay que tener en cuenta que una persona con sentido del humor no es la que cuenta más chistes, ni la que hace más el payaso, sino la que responde con actitud positiva a los retos con los que se encuentra en su día a día. El sentido del humor evita que nuestras emociones se vean secuestradas, creando entornos más relajados para la toma de decisiones y más favorables para dar solución a conflictos.

La experiencia nos confirma que las personas que dominan esta habilidad son capaces de dar feedback negativo a sus compañeros de forma directa con tal destreza que la persona aludida no se siente ofendida, es más, se puede sentir motivada para cambiar, para hacerlo mejor la próxima vez y hasta sentirse de alguna forma más unida a la personas que le está proporcionando la retroalimentación.

Por último sólo me cabe decir que el sentido del humor no sólo aumenta la productividad de los trabajadores y crea un entorno de trabajo más agradable, sino que también nos protege de manera inconsciente contra el estrés, tan habitual en estos tiempos.

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La armadura

martes, 23 marzo, 2010

Desde el periodo egipcio, hace más de 5.000 años, hasta el siglo XVII, en el que se perfeccionaron las armas de fuego, los ejércitos protegían el cuerpo de los combatientes que salían a luchar en el campo de batalla con vestiduras compuestas por piezas metálicas o de cuero. Hoy en día las batallas se libran en las oficinas de grandes multinacionales, en los despachos de abogados o en las salas de reuniones de cualquier empresa y, aunque ninguna de las partes alza en alto una espada, seguimos protegiendo nuestro cuerpo con armaduras que eviten que nos lesionen.

Una de las armaduras más típicas que encontramos en nuestros días son los elegantes y caros trajes de lana virgen. Esta prenda de vestir parece ser el armazón de los ejecutivos, que junto con sus maletines de cuero y sus decenas de aparatos electrónicos de última generación conforman el conjunto de piezas que les da sostén y les protege.

Estos soldados de Armani parecen cambiar su comportamiento normal al de combate al anudarse la corbata o abotonarse la chaqueta, como si de un resorte automático se tratara, modificando así la percepción de las personas que tienen a su alrededor con su imagen de frialdad y egocentrismo que, al fin y al cabo, sólo pretende protegerlos de las agresiones externas.

Así, en nuestro día a día nos encontramos con personas que se jactan ante sus semejantes de decisiones que han tomado con sus empleados, decisiones en algunos casos vergonzosas, y que parecen seguir la filosofía de «la mejor defensa es un buen ataque«, lo cual les otorga una falsa sensación de poder y de satisfacción temporal.

De igual manera uno se puede encontrar con personas que intentan «sacar hasta la última gota de sangre» de sus empleados utilizando para ello métodos similares a los de Clint Eastwood en la película «el sargento de hierro«.  Estos métodos, que pueden salvar la vida de un combatiente en una situación bélica real, no tienen ningún sentido en un entorno de trabajo. No obstante toda esta dureza y crueldad muchas veces confirma el desconocimiento que tienen algunas personas para gestionar sus propias emociones y algunas creencias obsoletas del tipo «cuanto peor trate a mis empleados, mejor jefe soy» o «cuanto más miedo me tengan, más respeto me tendrán«.

Asimismo podemos tropezar con personas cuya comunicación no verbal se modifica de forma drástica cuando se enfundan la cota de lana virgen cada mañana. Esta comunicación no verbal aleja de manera sutil y sin apenas mediar palabra a las personas que se acercan, aunque vengan de forma pacífica y no tengan intención de atacar su fortaleza.

Las razones por las que cada persona actúa de una forma u otra son diversas, pero hay que tener en cuenta que las personas tenemos tendencia a protegernos cuando nos sentimos agredidos o cuando sentimos miedo ante las cosas, ya tengan estos un carácter racional o irracional.

Dentro del plano profesional estas agresiones pueden darse cuando tenemos la creencia de que debemos enfrentarnos a nuestros superiores, o que debemos defendernos de nuestros subordinados. No son pocas las ocasiones en las que podemos escuchar «debo defender mi posición» o «debo defender lo que han dicho mis jefes frente a los demás«.

Este enfrentamiento continuo supone un desgaste muy importante para la persona, en especial para aquellas que no tienen las herramientas necesarias para gestionar de forma más apropiada y eficaz estas situaciones. En algunos casos podemos ver que esta lucha con el superior puede venir ocasionada por una carencia infantil de reconocimiento paterno, un reconocimiento que ahora buscamos de forma inconsciente en nuestros superiores. Así, cuando no reconocen las ideas que he propuesto y, en general, no me reconocen como persona, comienza el enfrentamiento. Esta lucha puede ocasionar en más de una ocasión tensión entre las partes y, en el peor de los casos, terminar con un «me han despedido«.

Por ello es importante buscar esos miedos irracionales que hacen que cada uno de nosotros nos enfundemos cada mañana esa pesada armadura. Según nos enfrentemos a ellos seremos capaces de hacerlos desaparecer y, por ende, ir quitando capas de ese pesado armazón de acero que nos permitirá movernos con más libertad, ahorrando una energía que podremos utilizar para gozar de la compañía de nuestros seres queridos al terminar el día.

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Identificar intereses

sábado, 13 marzo, 2010

Crispín afirmaba que «para salir adelante con todo, mejor que crear afectos es crear intereses«. Si bien a este personaje de la obra «Los intereses creados» de Jacinto Benavente no le falta razón, algunas personas que se encuentran en puestos directivos sólo aspiran a tener cierta habilidad para disponer del ánimo de sus subordinados y colaboradores para que procedan de un determinado modo. Esta habilidad se conoce como motivación, y se espera que la tengamos desarrollada al entrar en una empresa. La realidad, sin embargo, es muy diferente.

Me gustaría aclarar que una persona ducha en el arte de motivar nada tiene que ver con un manipulador. Así, la persona motivadora anima a otras a ejecutar una acción con interés y diligencia mientras que la persona manipuladora interviene con medios hábiles y, a veces, con maña y astucia, en asuntos de interés para la organización, con distorsión de la verdad o la justicia, y siempre al servicio de intereses particulares. Asimismo las habilidades que desarrollan una y otra persona son completamente diferentes, ya que mientras la primera desarrolla el empowerment, la otra desarrolla la habilidad para engañar o lograr artificiosamente cualquier fin.

Hecha esta aclaración, en las empresas nos podemos encontrar con personas cuya capacidad para motivar a otros es mínima o incluso nula. Si estas personas ocupan un puesto de poca relevancia dentro de la organización, y su función principal es la de acatar las órdenes de los superiores, es posible que esta carencia pase totalmente desapercibida.

El reto surge cuando estas personas están en puestos de importancia, liderando equipos o gestionando proyectos de gran envergadura. En estas ocasiones algunas personas suplen su inexperiencia y su falta de herramientas para motivar a los subordinados con imposiciones del tipo ¡aquí mando yo, y punto!, ¡esto se hace porque lo digo yo!, gracias en gran medida al poder que les otorga su rango dentro de la empresa.

Esto no quiere decir que las personas que tienen a cargo la dirección del trabajo no deban asumir su responsabilidad y su rol de líderes, cogiendo cuando es necesario las riendas del equipo para conseguir el objetivo marcado, sino que es importante detectar este comportamiento impositivo y analizar si viene dado como respuesta a la falta de desarrollo de esta habilidad para motivar a las personas.

Retomando las palabras del célebre Crispín, a una persona con poco experiencia en el arte de motivar le puede resultar todo un reto el generar intereses en otra persona, sin embargo es posible que no le resulte tan complicado el averiguar los intereses que le mueven a hacer las cosas. Esta sana curiosidad es el primer paso para saber cómo motivar a las personas.

Para averiguar cuáles son los intereses de las personas debemos desarrollar la habilidad de formular preguntas abiertas dedicadas a explorar la realidad y que comienzan por los términos: qué, cuándo, dónde, quién, cuánto y cómo, así como de practicar una escucha activa.

Si además de averiguar las motivaciones que llevan a las otras persona a hacer las cosas, somo capaces de saber lo que queremos, entonces tenemos grandes posibilidades de alinear nuestros intereses con los suyos y sacar buen provecho de la relación.

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Ganar más dinero

jueves, 11 febrero, 2010

Desde que somos pequeños realizamos actividades que nos pueden reportar algún ingreso económico con el que poder comprar cromos o golosinas. Según vamos creciendo y adquiriendo mayor responsabilidad y conocimientos esas actividades se convierten en trabajos mejor remunerados que nos permitirán comprar objetos más caros y sofisticados. Al llegar a la edad adulta y comenzar nuestra vida laboral la necesidad de poseer objetos y disfrutar de la vida no disminuye, por lo que mantenemos en el punto de mira el objetivo de ganar más dinero. Pero habiendo llegado donde has llegado ¿cómo puedes ganar más dinero?

La respuesta automática de muchas personas ante esta pregunta es «trabajando más«. Efectivamente, esto es totalmente cierto en aquellos casos en los que mis ingresos dependen del número de horas durante las que realizo esa actividad. Así, ganaré más dinero al final de la semana si doy 20 horas de clases particulares que si sólo doy la mitad.

Otra respuesta menos automática pero igual de válida que la anterior es «siendo más eficiente«. Correcto, si consigo ser más eficiente en mi profesión u oficio y sacar más trabajo adelante en el mismo número de horas tendré mayores ingresos a final de mes. De esta forma, si trabajo de jardinero, cuantos más metros cuadrados de césped consiga cortar en una hora, más clientes podré tener y por tanto más dinero ganaré.

Una tercera respuesta que se suele dar en un contexto económico diferente al de recesión actual es «cambiando de empresa«. Una respuesta del todo acertada. Una persona puede cambiar de empresa para mantener una ocupación similar a la que tenia y aumentar sus ingresos económicos con el cambio.

Sin embargo, puede llegar el momento en el que mi cuerpo alcance su cuota de horas semanales de trabajo sin desfallecer, que los procesos para sacar más trabajo adelante hayan sido optimizados hasta tal punto que sea casi imposible mejorarlos, y que cambiar de empresa nuevamente suponga una desventaja más que favorecer un incremento salarial. Llegados a este punto ¿cómo puedo ganar más dinero?

Después de unos segundos pensando son pocas las personas que ahora responden «aportando valor«. Ciertamente, desde hace unos años se viene hablando mucho de aportar valor al cliente o del valor añadido de nuestros servicios, y sin embargo son pocas las personas capaces de entender plenamente este concepto tan básico para incrementar nuestros ingresos.

A diferencia de los gobiernos de algunos Estados cuya democracia es más una mediocracia, e incluso en algunos casos y para mantenerse en el poder son capaces de fomentar la kakistocracia, o lo que es lo mismo, el gobierno de los peores; las empresas de nuestro país siguen fomentando en la mayoría de los casos la meritocracia o la aristocracia, entendida esta última como el gobierno de los mejores.

Los mejores no son los que más trabajan, es decir, los que más horas se quedan en su lugar de trabajo. De hecho, las culturas anglosajonas ven este comportamiento como ineficaz, y no es difícil escuchar alguna leyenda urbana sobre despidos de empleados que se quedaban más horas de las establecidas por ser considerados por la empresa como empleados poco eficientes.

Los mejores empleados suelen ser personas que, además de tener las habilidades técnicas que les permiten crecer hacia puestos de mayor responsabilidad, aportan valor a la empresa a través de sus virtudes – como la responsabilidad – o de su talento. Personas capaces de liderar, influyendo, guiando y coordinando sus esfuerzos con los demás a fin de conseguir sus objetivos: convertir la visión de la empresa en realidad.

En definitiva, las personas que quieran ganar más dinero deberán entrar en la liga de las estrellas, en el grupo de los mejores, para lo que deberán desarrollar sus habilidades interpersonales y sus capacidades de liderazgo, aportando de esta forma valor a su empresa. Aquellas personas que sean capaces de llegar a este punto se olvidarán para siempre de la pregunta formulada al principio de este artículo.

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