El príncipe aburrido

23 enero, 2012 por mycoach

Ana era una chica moderna.  Tenía un trabajo que la permitía pagar la hipoteca de su apartamento de sesenta metros cuadrados, su pequeño coche y algún que otro viaje durante las vacaciones con sus amigas del colegio.  Era una mujer económicamente independiente.  Como casi todas las chicas de su edad, Ana no tenía una pareja estable.  Según ella todavía era demasiado joven para juntarse con un hombre por el mero hecho de “estar con alguien”.  Era de las que pensaba que era mejor estar sola que mal acompañada, por lo que había optado por la primera opción.  Además, su físico y su inteligencia la permitían poder mantener relaciones cuando ella quisiera.

Las personas que conocían a Ana aseguraban que la razón por la que Ana seguía sola no era otra que el no haber encontrado al hombre perfecto.  Todos sus amigos afirmaban que estaba buscando a su príncipe azul, y ella, obviamente, lo negaba rotundamente.  Sin embargo, en alguna que otra ocasión, se la había escuchado decir que a ella le gustaban los hombres altos.  De un metro ochenta en adelante.  Fuertes, pero no tanto que sus músculos impidiesen el riego cerebral.  Con ojos claros y pelo ondulado.  Con una sonrisa que tus piernas temblaran al verla.  Y con una voz masculina que tu alma se estremeciera al escucharla.  Sus amigos comentaban que si esto no era un hombre perfecto, le faltaba poco.

Un día, mientras comía una ensalada en la escasa hora que tenía para almorzar, un chico se acercó a ella y con voz profunda le preguntó por la ensalada que estaba tomando.  Ella levantó la mirada y vio a un chico de unos treinta y cinco años sonriéndola.  Al principio titubeó un poco.  No se lo podía creer, era el chico que durante tantos meses había admirado en secreto desde aquella misma mesa del restaurante.  Ana le dijo que era la ensalada de tres lechugas, la que venía con escarola y salsa italiana.  El chico la dio las gracias y, antes de irse, la dijo: “Por cierto, soy Jorge ¿quieres que tomemos algo esta tarde después de salir del trabajo?”.  La respuesta estaba clara.

Esa misma tarde se volvieron a ver.  Jorge y Ana dieron un paseo por el parque, se tomaron una cerveza en una de las terrazas del viejo bulevar, y charlaron de esto y de lo de más allá.  Al final de la tarde Jorge escoltó a Ana a su casa.  Allí, al pie de la puerta, Jorge se despidió de ella con un beso en los labios.  Ana abrió la puerta y entró en su casa, mientras Jorge bajaba las escaleras para seguir su camino calle abajo.

Una vez en su casa Ana recordó en su cabeza todo lo que habían hecho Jorge y ella durante aquella tarde, lo que habían comido, de lo que habían hablado, etc.  Jorge era su caballero andante, lo que había buscado durante tanto tiempo.  Sin embargo, a Jorge le faltaba algo, chispa.  Si, si, el beso no había estado mal, y fue toda una sorpresa, pero aún así la tarde había sido un tanto aburrida.  Ella quería más, quería a alguien que la despertara de su letargo invernal, a alguien con   quien poder echar unas risas y con quien disfrutar de la vida.  Jorge era sólo un bonito envoltorio sin apenas contenido.  Con Jorge se había aburrido.  Era un príncipe aburrido.

Las personas buscamos un prototipo de hombre o mujer con el que compartir nuestras vidas.  Este prototipo de persona puede estar basado en unos cánones físicos determinados, por lo que en ocasiones buscamos más un paquete bonito que un contenido que cubra las necesidades que tenemos.  Y así, al final del día, nos sentimos decepcionados con nuestra elección.

Los valores personales son algo a tener presente cuando decidimos iniciar una relación con otra persona.  Las personas buscamos unos valores en nuestra pareja, al igual que podemos ofrecer otros que ella no tiene.  Las personas con las que nos relacionamos nos aportan cosas, aunque inicialmente no las veamos.  Y son estas cosas las que en muchas ocasiones hacen que nos enamoremos de la persona, y no sólo de su apariencia física.

Al igual que Blancanieves, algunas personas estamos inmersas en un sueño del que queremos que nos despierten, pero que lo haga un príncipe divertido, con un poco de chispa y sangre en las venas.

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Esta entrada fue publicada el lunes, 23 enero, 2012 a las 8:00 por mycoach y está en la categoría coaching personal. Puedes seguir cualquier respuesta a esta entrada a través del feed RSS 2.0. Tanto comentarios como pings están actualmente cerrados.

1 comentario para “El príncipe aburrido”

  1. Maricarmen dice:

    2 febrero, 2012 a las 0:48

    En ocasiones puede resultar difícil ver divertido a ese príncipe que inicialmente parece aburrido. En seguida tendemos a comparar a esa persona real con la que teníamos pensada para nosotros que,por supuesto, es bastante perfecta puesto que está modelada a nuestro antojo.
    Por desgracia no existen príncipes azules ni princesas rosas, ni medias naranjas, pero existe la complementariedad entre dos personas que se gustan y se quieren y esto se lleva por delante cualquier carencia que el otro tenga.
    Saludos.