Un nuevo comienzo

15 julio, 2018 por mycoach

María había tenido un comienzo de año un poco tormentoso.  Por el mes de marzo rompía con su pareja, una persona de la que se había enamorado cinco meses antes pero que no le correspondió como ella quería.  Una persona muy diferente a ella con la que parecía chocar hasta en las cosas más pequeñas.  Pero su siguiente pareja, con la que había roto hacía un par de semanas, no sólo le duró la mitad de tiempo que la anterior, sino que la ruptura había sido mucho más traumática que la anterior.

Por suerte para María, hoy comenzaba sus vacaciones de verano, y le quedaban escasos metros para poner el intermitente derecho e indicar a los coches vecinos que iba a entrar en aquel hotel junto a la playa donde se recogería en su bungalow durante los próximos quince días.  Quince días de los que tenía que salir con las pilas cargadas y con una decisión importante ¿Qué hacer con su vida?

María apagó el motor del coche.  Quitó las llaves del contacto.  Abrió la puerta.  Salió del coche y, sin cerrar la puerta, tomó una gran bocanada de aire fresco con olor a salitre.  Todo su ser se relajó por primera vez después de doce meses de lo más estresantes y caóticos.  Doce meses que concluían hoy mismo y que daban paso a las deseadas vacaciones donde iba a poder descansar como nunca.

El recepcionista del hotel le dio las llaves de su bungalow y le indicó cómo llegar hasta él por aquel caminito de piedras a la derecha del edificio principal.  Mientras María cogía las llaves de su bungalow, el botones de turno ya había sacado las maletas de su coche y las había puesto en un carrito que comenzaba a empujar en dirección a la cabaña donde pasaría los próximos quince días.

Al entrar en la habitación, María observó que el hotel le había dejado una botella de vino sobre la mesa del salón con una nota de bienvenida.  Mientras se sonreía por el detalle que el hotel había tenido con ella, se giró para agradecer al botones su ayuda con las maletas con una generosa propina.  Después de cerrar la puerta tras el botones, cogió la botella de vino y el vaso de cristal que estaba junto a ella con una mano y se acercó al gran ventanal de la terraza que daba al mar para girar el pomo con su mano libre.

El sol se estaba poniendo por el horizonte y el sonido de las olas hacía aquella vista aún más espectacular.  María dejó la botella y el vaso sobre la mesa.  Abrió la botella de vino y se sirvió un poco en el vaso.  Mientras el vino se oxigenaba un poco, Maria se sentó en una de las sillas mirando al mar y respiró profundamente llenando de aquel oxígeno marino sus pulmones.  Mientras exhalaba, extendió su mano para coger la copa de vino y llevársela hacia la nariz, donde llegó justo en el momento que volvía a inhalar, pudiendo así oler los vapores que ya comenzaban a salir por la boca del vaso.

Aquella copa de vino unida a las vistas tan maravillosas le hicieron pensar sobre su futuro inmediato.  Sí, durante los próximos días tenía que hacer deporte, responder algunos correos del trabajo – el cual, desafortunadamente, le seguía a todas partes – y poner un poco de orden en su vida.

Sí, debía poner en orden su vida o, por lo menos, tener claro qué quería hacer con ella a nivel emocional.  No era normal que en menos de seis meses hubiera roto con dos hombres.  ¿Por qué tenía tan mala suerte con ellos?  ¿Por qué escogía siempre a los más ineptos?  ¿Qué estaba haciendo mal para tener tan mala suerte en sus relaciones?

María dio un sorbo a la copa de vino y la volvió a dejar sobre la mesa.  Mientras los taninos entraban en el torrente sanguíneo, Maria se preguntó por las opciones que tenía.  A fecha de hoy se le ocurrían tres opciones para su vida sentimental.

La primera de ellas era la de no cambiar nada y seguir cogiendo novios de aquí y allá.  María era una mujer lo suficientemente atractiva y abierta como para no tener problemas en este sentido.  No importaba dónde entrara, los hombres se giraban para observarla, e incluso algunos se atrevían a acercarse y abordarla.  De hecho, un novio que tuvo hace poco menos de un año, se lo encontró estando de vacaciones en este mismo lugar en el que estaba ahora mismo.

Sin embargo, el escoger a un hombre por impulso, en un bar, en una fiesta o una discoteca, no le había traído nada bueno.  Sus últimas conquistas provenían de esos entornos… ¡y fracasaron!  Pero fueron fracasos en el sentido de que las relaciones no duraron más de tres meses, no parecían tener futuro y, su terminación, solía ser de manera bastante brusca.  Vaya, que terminaba mal y no quería volver a saber nada más de aquellos personajes con los que había compartido su vida.

La segunda opción tampoco implicaba cambiar nada en su vida.  Lo único que tenía que hacer era sustituir al “novio”, por un “amante”.  Un amante a quien vería cuando ella quisiera.  Un amante que la trataría como a una princesa.  Y un amante quien, hoy podía ser uno, y mañana otro; sin tener que quedarse con uno en concreto por mucho tiempo.

María sabía que tenía hombres que no querían ningún tipo de compromiso con ella.  Hombres que la iban a tratar como a una princesa mientras estuvieran con ella.  Que la iban a mimar.  Pero, al mismo tiempo, eran hombres que no iban a estar en su vida por mucho tiempo, lo cual era bueno porque le daría esa libertad que ella buscaba, y no sólo libertad, sino que tampoco tendría que estar dando explicaciones de sus actuaciones a nadie.

La tercera y última opción era, posiblemente, la más dura.  Tener una relación Hombre-Mujer de verdad.  Una relación donde ambas partes se respetasen, se apoyasen el uno al otro, y donde quisieran pasar tiempo juntos; pero permitiendo que cada uno de ellos tuviese su libertad para sus aficiones y amistades.  Una relación de pareja de las de toda la vida.

Esta opción implicaría un cambio en su vida.  Un cambio que tendría que venir precedido de un análisis profundo de su persona.  Un análisis que podría sacar mucha porquería fuera.  Y un análisis que tendría como consecuencia, un cambio en algunos de sus comportamientos.  Pero no sólo esto, sino que además habría que encontrar un hombre con quien se pudiese llevar todo esto a cabo.  Un hombre con quien se pudiera hablar, analizar, reflexionar y poner los cambios de uno y otro en práctica para crear una pareja equilibrada.  Un hombre que pudiera hacer su rol de Hombre mientras ella hacía su rol de Mujer.

Pero claro, para llegar a ese equilibrio, María tendría que trabajar en su persona, analizar el por qué no había podido seguir adelante con sus relaciones.  Y no sólo eso, sino que el Hombre que estuviera con ella, debería tener también las ganas de analizarse a sí mismo para no meter basura de su pasado en esta nueva relación.

Y ahora, con las cartas sobre la mesa, María debía analizar cuál era la opción que más le convenía para su futuro ¿Debería buscarse un novio surfero la próxima vez que bajase a la playa y comenzar una nueva relación sin cambiar nada en su vida?  ¿Debería llamar a sus “amantes” para mostrarles su disponibilidad y seguir obteniendo favores de ellos sin cambiar nada en su vida?  ¿O debería hacer un esfuerzo y comenzar a cambiar algunas cosas de su vida para tener una vida mejor con una persona que realmente la amara y que estuviera dispuesto a cambiar y evolucionar junto a ella?  ¿Qué opción debería tomar?

Todas las personas somos diferentes, y la opción que cada una tome puede variar mucho de la que tome la persona que tiene al lado.  De esta forma, María optará por la primera opción, aquella en la que no tiene que cambiar nada en su vida y donde ese caballero enfundado en su neopreno la intentará salvar de esa vida actual de estrés y tormento.  Sin embargo, Elena, puede optar por la segunda opción, aquella en la que sus amantes la cuiden y la mimen dejándola toda la libertad del mundo para hacer lo que ella quiere.  Y, Cristina, puede optar por la tercera, aquella en la que habla con un profesional que la ayuda a identificar sus problemas para resolverlos y tener una vida como ella quiere con quien ella quiere.

Las personas podemos ser capaces de identificar las opciones que tenemos frente a un problema que se nos presenta en la vida.  En muchas ocasiones solemos preguntar a las personas de nuestro entorno para ampliar las opciones, para ver si tenemos alguna alternativa.  Incluso, en los casos más complicados, la persona puede recurrir a un profesional que le permite, no sólo ampliar sus opciones, sino también tener una visión desde un punto de vista totalmente diferente al suyo.

Sin embargo, la decisión final de lo que vamos a hacer tiene que ser nuestra única y exclusivamente.  No podemos sentirnos acosados por presiones exteriores como “el qué dirán” – ¿qué dirán mis padres y amigos si vuelvo con esta persona?  ¿Qué dirán si rompo con mi pareja después de haber conocido a sus padres? ¿Qué dirán si tengo un amante?

Tampoco podemos basar nuestra decisión en lo que nos ha dicho Fulanito o Menganito, ya que, entonces, no asumimos nuestra responsabilidad sobre el asunto en cuestión y lo dejamos en manos del otro, a quien echaremos la culpa de nuestro nuevo fracaso si todo sale mal.

Las decisiones que tomemos las debemos tomar cada uno de nosotros, teniendo en cuenta qué es lo que queremos, cuál es el futuro que deseamos.  Decisiones desde la libertad que nos permitirán decir a los demás: “Esta decisión la he tomado yo de manera libre y creo que es la mejor para lo que yo quiero que sea mi vida de hoy en adelante”.

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Esta entrada fue publicada el domingo, 15 julio, 2018 a las 8:00 por mycoach y está en la categoría coaching personal. Puedes seguir cualquier respuesta a esta entrada a través del feed RSS 2.0. Tanto comentarios como pings están actualmente cerrados.

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