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El cofre del tesoro

viernes, 24 febrero, 2012

Jack era un pirata algo fuera de lo común. De entrada no tenía barco, ni una tripulación a la que dirigir. Es más, era tan raro que hasta se llevaba bien con las autoridades de la isla. Si bien, claro está, siempre estaba saliendo de las casas y los bares por una ventana que curiosamente daba a un callejón por el que desaparecía como alma que lleva el viento antes de que algún marido, jugador de póquer o antiguo compañero de fatigas ofuscado lo agarrase por el pescuezo para darle una tunda por haberse acostado con su mujer, haberse bebido una botella de güisqui y no pagarla, o haberle robado algunas monedas hacía algún tiempo.

Pues bien, un día que salía por una de estas ventanas de un salto, dejando atrás a quién sabe quien, se topó con un pergamino en el suelo de aquel oscuro callejón. Obviamente las prisas no le permitieron más que guardárselo en el bolsillo interior de la chaqueta y seguir corriendo antes de que algún objeto de los que salía volando por la ventana le diese en su cabeza.

Al llegar a casa, por llamar de alguna forma al garito donde María dejaba que reposara sus huesos, en ocasiones molidos por el cansancio o por alguna paliza; Jack sacó de su bolsillo aquel rollo de papel amarillento y lo desplegó sobre la mesa. Para que se mantuviera abierto puso uno moneda en cada una de las esquinas y acercó la vela para poder ver aquellos dibujos desteñidos por la humedad y el paso del tiempo.

Tras unos minutos intentando averiguar el significado de aquel jeroglífico, al final podía afirmar que se trataba de un mapa de la isla. Y claro, la gran equis en el centro del papel denotaba la ubicación de algún tipo de tesoro. Su curiosidad lo mantuvo desvelado durante unas horas, intentando averiguar qué podría contener aquel tesoro escondido en medio de la isla, qué podría ofrecerle ¿riqueza, lujo, autoridad? Ante tantas preguntas sin respuesta decidió preparar una expedición en busca de ese tesoro.

A primera hora de la mañana, cuando todavía no había cantado el primer gallo y los borrachos que todavía se mantenían en pie seguían cantando a pleno pulmón, Jack salió de su habitación con las botas en una mano y una bolsa con una cantimplora y algo de comer en la otra. Se deslizó por la barandilla de la escalera para no hacer ruido al bajar y salió del edificio cerrando la puerta tras de sí.

A los pocos minutos Jack se encontraba andando por la jungla, donde sólo se podía escuchar el ruido de aquellos animales que le acechaban como posible desayuno y los que salían huyendo por considerarse el desayuno de alguno de los depredadores más madrugadores de aquel entorno salvaje. Los ojos de Jack se iban fijando en todos los detalles de su alrededor, intentando no perder detalle alguno, ya que la pérdida de información le podría llevar por el camino equivocado. Cada cierto tiempo Jack se paraba, miraba el entorno en el que se encontraba, intentaba localizar alguna referencia y se ubicaba en el mapa. Una vez conocida su situación se ponía de nuevo en marcha. Así estuvo durante varias horas, torciendo aquí, girándose allá, cruzando un río o pasando por debajo de una cascada, hasta que por fin llegó a lo que parecía ser el lugar con la gran equis en su mapa.

Aquella cueva, horadada en la ladera de la montaña y cubierta por vegetación de todo tipo, parecía un clásico de los relatos que durante tantos años había escuchado a sus compañeros de fatigas en los bares mientras se tomaban alguna jarra de cerveza. Pero en este caso parecía como si en aquel lugar pudiera haber algo que le estaba esperando. Buscó un palo seco, y con un trozo de tela y un poco de güisqui que casualmente quedaba en la petaca de su bolsillo trasero, se hizo una antorcha. Antes de entrar miró a su alrededor, para confirmar que nadie le había seguido, o tal vez para ver por última vez la luz del día y aquel paisaje tan maravilloso.

Después de unos cientos de metros buscando algún indicio de que en aquel agujero húmedo y oscuro había algo más que telas de araña y algún otro murciélago intentando no ser molestado, Jack vio un cofre. Se acercó a él. Dejó la antorcha entre dos piedras para que iluminara la zona y abrió aquel cofre.

En muchas ocasiones el comienzo de una relación es como un viaje en busca de un tesoro. No sabemos muy bien cuáles son los peligros con los que nos podemos encontrar por el camino, ni el tiempo que nos llevará llegar hasta el preciado tesoro, ni lo que nos encontraremos una vez alcanzado el objetivo, ni siquiera lo que nos podrá ofrecer ese cofre lleno de monedas, pero aún así, en la mayoría de los casos, nuestro afán por saciar nuestra sed de curiosidad, nuestra ansia por conocer a la otra persona un poco más, hace que nos embarquemos en una nueva aventura.

Y sólo nosotros podemos decir si lo que nos hemos encontrado al abrir el cofre es valioso o no, si nos aporta algo o no. En cualquier caso, es posible que la aventura por la que acabamos de pasar nos sirva como experiencia para mejorar aquellas habilidades necesarias para descubrir a otra persona.

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Tengo razón

jueves, 17 marzo, 2011

En 1799 Goya realizó el grabado “el sueño de la razón produce monstruos”. Aunque la explicación de esta estampa del manuscrito del Museo del Prado reza que “La fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles: unida con ella es madre de las artes y origen de las maravillas” ¿no es cierto que cuando una persona cree tener la razón se la nubla el pensamiento y se vuelve un monstruo?

Efectivamente, cuando creemos tener la razón sobre algún tema que se saca a debate, se nos nubla el pensamiento y hacemos todo lo posible por ratificar nuestro punto de vista, sin tener en cuenta a la otra persona ni el objetivo que queríamos conseguir inicialmente, aunque este sea pasar un rato agradable con los amigos o llegar a un acuerdo con mi pareja.

Nuestra prioridad ahora es presentar los argumentos necesarios para convencer a nuestro público. No importa lo que tengamos que hacer, ni el tiempo que nos lleve, lo más importante es obligar a la otra persona a obrar razonablemente en base a nuestras creencias y a nuestros criterios.

¿Cuántas veces habremos oído decir: “Esto es así porque lo digo yo”? Son nuestras creencias las que nos hacen creer que estamos en posesión de la verdad, las que nos hacen creer que tenemos razón. Y son estas creencias, el creer que estamos en poder de la verdad absoluta, lo que nos saca al monstruo que llevamos dentro. Un monstruo cuyo único sueño es tener razón. Y este sueño, a su vez, nubla nuestro objetivo, independientemente de cuál fuera inicialmente.

El tener razón es como la droga que probó el Dr Jekyll, convirtiéndose así en Mr Hyde. En 1886 Robert Louise Stevenson nos mostraba cómo una droga creaba una personalidad separada dentro de la cual los impulsos malignos del Dr Jekyll eran canalizados.

Mr Hyde no es más que el “Señor Escondido”, esa persona que no queremos que los demás descubran que llevamos dentro, pero que con ciertos estímulos aparece de manera irrefrenable. Uno de esos estímulos es el tener razón.

Para evitar este tipo de situaciones en las que podemos llegar a menospreciar a las personas que tenemos frente a nosotros es importante tener presente cuál era nuestro objetivo inicial. Lo que debemos alcanzar es ese objetivo marcado, y no el tener razón. Si mantenemos en mente nuestro objetivo es posible que no nos convirtamos en temibles monstruos con los que no se puede dialogar y pasemos a convertirnos en personas afables con las que se puede negociar.

Es cierto que todos llevamos un monstruo dentro de nosotros, pero está en cada uno de nosotros el que ese malévolo ser pueda hacer su presencia o no. Incluso si la hace de forma esporádica, está en uno mismo el hacer que desaparezca de nuevo y volvamos a ser un tranquilo Doctor que busca el bienestar de sus pacientes.

¿Es tan importante para ti tener razón que eres capaz de sacar al monstruo que llevas dentro? ¿Quién es la persona con la que luchas a muerte por tener razón?

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Creo que es malo

viernes, 11 marzo, 2011

Hace un tiempo tuve la ocasión de hablar con una persona cuyo deseo más ferviente era ser coach.  Su ilusión era ganarse la vida ayudando a las personas a ser mejores, a sacar todo su potencial. Deseaba vivir del coaching y poder aportar sus ingresos a la economía familiar. Sin embargo, todavía no había conseguido alcanzar su reto. Había algo que la paraba, que la frenaba en su camino hacia su objetivo: “creía que el dinero era malo”.

Al igual que el dinero, hay personas que creen que ascender en el trabajo, tomar dulces, iniciar una relación con una persona determinada, o mantener relaciones sexuales, son malas. Las razones que dan son muy variadas: las personas con dinero son egoístas, los directivos son autoritarios, los dulces te hacen engordar, ciertas relaciones pueden ser un quebradero de cabeza con los padres, o ciertos actos van en contra de su religión.

Hay que tener en cuenta que muchas de nuestras creencias son implantadas durante nuestra infancia a través de la educación que nos proporcionan nuestros padres, las enseñanzas de nuestros profesores, la cultura en la que nos hemos criado e incluso los medios de comunicación que vemos o escuchamos. El resto de creencias se han ido creando a partir de nuestras propias experiencias.

También hay que tener en cuenta que nuestras creencias influyen sobre nuestras experiencias, haciendo que algunas sean posibles y otras no. De esta forma nos podemos encontrar con un deseo irrefrenable por conseguir algo o a alguien, pero nuestro inconsciente nos susurra que es malo, produciéndose así una lucha interna entre nuestros deseos y nuestras creencias que evita que consigamos nuestro objetivo, alterando al mismo tiempo nuestra psique.

Si creo que algo es malo, no importa lo mucho que lo desee, difícilmente lo conseguiré. No importa lo mucho que desee llegar a ser un alto directivo y aumentar mi salario, que si creo que los directivos son arrogantes y autoritarios me costará bastante tener una buena evaluación para el ascenso. Tampoco importa lo mucho que me guste un individuo, ni sus cualidades o valores personales, ni lo muy feliz que me hace estar a su lado, que si creo que es malo para mi, entonces la relación no fructificará.

De hecho, en algunas ocasiones el deseo es tan fuerte que puedo ser tentado a probar la fruta prohibida, pero en esos casos, una vez ha concluido el deseo, aparece un sentimiento de culpa tan fuerte que puede llegar a trastornar nuestra comprensión.

Para evitar caer de nuevo en el pecado y sentir que hemos hecho algo malo,  las personas tomamos distancia de la tentación. Nos alejamos de ella con la esperanza de no volver a probar el fruto prohibido. Nuestras creencias, a través de la conciencia, nos atormentan de tal manera que pueden llegar a destruirnos.

Por último hay que recordar que las creencias no son buenas ni malas, tan sólo son potenciadoras o limitantes. De esta forma las creencias nos permitirán alcanzar nuestro objetivo o hacer que nos alejemos de él para siempre. Para identificar si una creencia es limitante primero tenemos que ser conscientes de que tenemos esa creencia, para lo cual hay que expresarla. Una vez expresada nos podemos preguntar: «¿Qué te impide alcanzar tu objetivo?«.

Lo positivo de todo esto es que las creencias cambian y, como resultado, las experiencias lo hacen también. Las creencias las puede cambiar uno mismo, o puede pedir ayuda de un profesional para que le ayude a identificarlas y modificarlas de tal forma que pueda conseguir el objetivo marcado.

¿Qué creencia te está impidiendo alcanzar tu objetivo actualmente?

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Fracaso escolar

viernes, 2 julio, 2010

El fracaso escolar es la palabra que más se oye en los corrillos de padres y profesores durante estos días en los que salen a la luz las notas globales del curso.  De hecho, no es raro ver por los pasillos de los colegios a padres con cara de preocupación hablando con tutores y orientadores para saber qué tienen que hacer este verano con sus vástagos para que pasen de curso en septiembre.

La responsabilidad de los padres puede que no sea preocuparse por sus hijos, pero es esta la que hace que acudan a los centros de estudios para informarse y averiguar qué es lo que han hecho mal nuestros futuros líderes.  Las respuestas que ofrecen los profesores y orientadores parecen estandarizadas, como sacadas de un manual: «no presta atención en clase«, «no se organiza«, «no se planifica«, «se distrae con facilidad» y alguna otra que denota que el alumno es un vago o incluso una persona conflictiva.

Esta imagen de zángano puede verse reforzada si el joven ha tenido durante los últimos meses un profesor particular cuyos comentarios finales han sido del tipo: «no trabaja lo suficiente«, «no hace todos los ejercicios«, «no se concentra» o cualquier otra frase que denote falta de esfuerzo o interés por parte de su discípulo.

Las soluciones que suelen ofrecer los tutores y orientadores en este tipo de situaciones suelen ser también muy estandarizadas: «necesita organizarse«, «necesita planificarse«, «necesita hacer un esfuerzo» y cualquier otra que indique que debe ponerse las pilas durante los próximos meses.  En algunos casos sugieren que el joven sea supervisado por una tercera persona, ya sea un profesor particular o en una academia.

Sin embargo, lo curioso de todo esto no es escuchar lo que los padres y profesores tienen que decir sobre el joven protagonista, sino el papel que este adopta de forma casi involuntaria mientras se encuentra en esa situación y a la que nadie presta atención.

El protagonismo está claro que es del alumno, ya que es el responsable de haber suspendido y quien debe recuperar en pocos meses.  Sin embargo, éste queda relegado a un segundo plano, bien junto a los padres con cara de despistado como si la escena no fuera con él; bien detrás de sus progenitores, escondiéndose de la lucha dialéctica; bien sentado un nivel por debajo, demostrando de esta forma un subordinamiento e inferioridad frente al resto de personas; o bien, en el peor de los casos, rompiendo a llorar debido a la alienación de los padres.

Los jóvenes no fracasan en sus estudios porque sí.  Las razones pueden ser múltiples y variadas, pero siempre suele haber algo detrás que hace que se depriman, que no quieran estudiar, que prefieran evadirse con sus juegos evitando así la realidad.  Lo bueno de todo esto es que estos pequeños adultos tienen una capacidad increíble para cambiar y estar funcionando de nuevo al 100% en menos tiempo que lo haría un adulto.

No hay que desesperar en estos casos, pero si coger el problema a tiempo, bien utilizando la ayuda de un psicólogo o la de un coach que ayude al joven a establecer sus objetivos, aumentar su motivación, hacerse responsable de sus estudios, desarrollar su concentración y disciplina, aprender a planificarse y organizarse, al tiempo que encuentra un equilibrio entre el estudio y la diversión que permitan que sea un buen líder en el futuro.

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Buscando los límites

lunes, 14 junio, 2010

La búsqueda de límites es algo que hacemos de forma natural desde pequeños.  Al principio con nuestros padres y familiares, a quienes hacemos mil y una diabluras buscando el límite de lo que podemos hacer o no con cada uno de ellos.  Después son nuestros juguetes, a los que realizamos interminables pruebas de destrucción hasta llevarlos al colapso total y, por tanto, a la basura.  Con el paso de los años seguimos experimentando con la bicicleta, los patines o cualquier otro deporte que nos llame la atención, llegando de esta manera los primeros golpes y roturas de alguna extremidad.

Como podemos ver nuestra vida se desarrolla en una búsqueda continua de los límites de las cosas.  Sin embargo, puede que el ser conscientes de que todo tiene un límite, hasta la vida tiene su fin, sea lo que nos nubla la vista y nos impide ver con claridad nuestros límites personales.  De esta forma hay ocasiones en las que apuntamos a objetivos tan altos que con los recursos que tenemos en ese momento es difícil alcanzarlos, viviendo así en un continuo fracaso que nos puede llegar a frustrar de forma permanente.

Por ejemplo, hace unas semanas tuve la oportunidad de hablar con una persona sobre su nuevo objetivo profesional.  De entrada todo parecía correcto, ya que éste había sido creado siguiendo escrupulosamente la metodología para identificar un buen objetivo.  Sin embargo, tal vez fuera la discordancia entre sus palabras y su comunicación no verbal o quizás que la realidad de esta persona no se ajustaba a la realidad económica y social del entorno que había descrito minutos antes, pero algo no cuadraba en la ecuación propuesta.  Al indagar un poco más sobre el tema, esta persona se dio cuenta de que el objetivo que había identificado no era del todo realista, ya que no había tenido en cuenta sus limitaciones personales.

Hace unos días me encontré con un caso parecido.  En esta ocasión se había pedido a una persona que trazara un plan de acción para conseguir el objetivo marcado.  El plan de acción creado no tuvo en cuenta las limitaciones personales por lo que a los pocos días la persona no soportó la presión que ella misma se había impuesto y tuvo que definir un nuevo plan de acción en el que se tuvieran en cuenta dichas limitaciones.

Estos casos son una pequeña muestra de lo que puede ocurrir cuando alguien no conoce sus límites.  El no conocer nuestros límites y querer demostrar algo a alguien puede hacernos saltar como un jabato y decir «eso lo puedo hacer yo en dos minutos«.  La mala noticia es que ese impulso positivo no es tanto una creencia potenciadora que nos permitirá conseguir nuestra meta, como una niebla que nos impide ver cuáles son nuestras limitaciones reales y qué podemos hacer con los recursos que tenemos, lo cual nos puede llevar inexorablemente al fracaso.

En el trabajo también es importante conocer las limitaciones de aquellas personas que forman parte de nuestro equipo para evitar el fracaso del mismo, aunque sin llegar a los extremos de un directivo con el que coincidí hace unos años y cuya frase preferida era: «te exprimiré hasta que te haga sangrar«.

Si bien el objetivo que estaba detrás de esa frase no era otro que el buscar los límites de cada uno de sus empleados para que estos fuesen los más eficientes de la empresa, la frase en sí denota cierto sadismo.  De igual manera las tácticas utilizadas para conseguir su objetivo no fueron las más apropiadas, ya que estas provocaron un aumento de la rotación y de las bajas por estrés de la plantilla.

Cuanto mejor nos conozcamos a nosotros mismos más realistas podremos ser y, por tanto, seremos capaces de elaborar planes de acción más ajustados a la realidad que nos permitirán conseguir nuestros objetivos.  De igual manera es importante buscar los límites de nuestros subordinados y colaboradores para saber hasta qué punto podemos seguir retándoles con nuevas propuestas sin que el estrés que soportan colapse su sistema nervioso y terminen en su casa de baja o totalmente desmotivados en una esquina de la oficina.

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Me han despedido

lunes, 31 agosto, 2009

Me han despedido es una de las frases que cada día se oye más en cualquier conversación o grupo de amigos con el que te juntes para tomar una cerveza.  Cada día es menos inusual encontrarse con alguien a quien acaban de despedir o incluso escuchar que a Fulanito o Menganito lo han despedido de su empresa y ahora está en paro.

La caída del consumo y la inversión hace que las empresas se planteen la viabilidad de mantener abiertas plantas de producción poco rentables e incluso departamentos con excedentes de personal.

En épocas más voyantes la empresa podía dedicar este tiempo de menor productividad para formar a la plantilla en habilidades técnicas o interpersonales necesarias para su desarrollo profesional y como líder.  Sin embargo, en estos momentos las empresas tienen una prioriodad: reducir gastos.

Dentro de la reducción de gastos los salarios de los empleados son un gasto fijo importante a tener en cuenta.  Aquellas empresas con una mayor conciencia social y unas cuentas más saneadas pusieron en funcionamiento a principios de este año unas medidas dirigidas a la contención del despido de sus empleados.  Entre las medidas adoptadas se puede destacar el aumento moderado de los salarios -en parte debido al IPC del año pasado- o pedir la reducción voluntaria de un porcentaje determinado de su salario.

Obviamente, estas medidas tienen un efecto temporal si no cambia el entorno desfavorable al que se enfrentan las empresas españolas, por lo que ahora nos encontramos con muchas empresas que para sobrevivir tienen que seguir reduciendo gastos, por tanto reducir forzosamente el salario a sus empleados, o despedirlos a través de un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) temporal o definitivo.

El despido de empleados debe tener en cuenta el equilibrio organizacional de la empresa y, por tanto, tendrá que darse en los diferentes niveles de la pirámide jerárquica. Esto quiere decir que cualquier persona que no sea rentable para la empresa, que no tenga unos conocimientos técnicos altos para desarrollar su trabajo y cuyas habilidades interpersonales no coincidan con su cargo pueden tener su puesto de trabajo en la cuerda floja.

Es cierto que el rechazo nos puede generar una sensación de rabia y malestar.  A nadie le gusta que le den calabazas, y mucho menos sentirse prescindible en el lugar de trabajo.  Estos sentimientos que aparecen en estos momentos tan cruciales de nuestra vida son importantes para nosotros y es bueno saber gestionarlos para que no nos afecten a la hora de negociar nuestro despido.

La negociación de un despido no sólo implica salir de la empresa con una indemnización justa con relación a nuestros años de trabajo para la empresa, sino que en algunos casos puede significar el negociar que el despido lleve asociado la posibilidad de recibir el paro durante un tiempo, o una ayuda por parte de la empresa para encontrar trabajo en otra empresa, o cualquier otra cosa que nos parezca importante.

El coach no sólo puede ayudar en una negociación empresarial entre las partes implicadas para ayudarles a definir sus objetivos y buscar los puntos en común sin llegar a disputas legales en la medida de lo posible, sino que también puede servir para ayudar a identificar si recolocar o despedir a los empleados y cómo recolocarlos dentro de la empresa.  También  en los procesos individuales puede ayudar a aprender a gestionar las emociones e identificar los objetivos de la negociación, así como aclarar lo que quiero hacer en esta nueva etapa y planificar lo que hay que hacer para conseguir mis nuevos retos.

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Obstáculos

martes, 12 mayo, 2009

Los obstáculos son impedimentos, dificultades o inconvenientes que encontramos en nuestro camino hacia nuestro objetivo.  Algunos de estos obstáculos pueden llegar a ser de tal magnitud que hacen que fracasemos en nuestro intento por conseguir nuestros sueños, por mucho que estos nos atraigan.

En su libro «Cuentos para pensar«, Jorge Bucay nos deleita con una «meditación guiada» que nos permite «explorar las verdaderas razones de algunos de nuestros fracasos» y que evoca cómo pueden sentirse algunas personas durante un proceso de coaching, por lo que considero relevante escribir dicho relato tal y como lo escribió el autor para que podáis disfrutar de él.

Voy caminando por un sendero.

Dejo que mis pies me lleven.

Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras.

En el horizonte se recorta la silueta de una ciudad.

Agudizo la mirada para distinguirla bien.

Siento que la ciudad me atrae.

Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo.

Todas mis metas, mis objetivos y mis logros.

Mis ambiciones y mis sueños están en esa ciudad.

Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo que aspiro, lo que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.

Me imagino que todo está en ese ciudad.

Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella.

Al poco de empezar a andar, el sendero se hace cuesta arriba.

Me canso un poco, pero no importa.

Sigo.

Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino.

Al acercarme, veo que una enorme zanja impide mi paso.

Temo… Dudo.

Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente.

De todas maneras, decido saltar la zanja.

Retrocedo, tomo impulso y salto…

Consigo pasarla.

Me repongo y sigo caminando.

Unos metros más adelante, aparece otra zanja.

Vuelvo a tomar carrera y también salto.

Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado.

Me sorprende un abismo que detiene el camino.

Me detengo.

Es imposible saltarlo.

Veo que a un lado hay maderas, clavos y herramientas.

Me doy cuenta de que están allí para construir un puente.

Nunca he sido hábil con mis manos…

… pienso en renunciar.

Miro la meta que deseo… y resisto.

Empiezo a construir el puente.

Pasan horas, días, meses.

El puente está hecho.

Emocionado, lo cruzo

y al llegar al otro lado… descubro el muro.

Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños…

Me siento abatido…

Busco la manera de esquivarlo.

No hay forma.

Debo escalarlo.

La ciudad está tan cerca…

No dejaré que el muro impida mi paso.

Me propongo trepar.

Descanso unos minutos y tomo aire…

De pronto veo,

a un lado del camino,

a un niño que me mira como si me conociera.

Me sonríe con complicidad.

Me recuerda a mi mismo… cuando era niño.

Quizá por eso me atrevo a expresar en voz alta mi queja.

¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?

El niño encoge de hombros y contesta.

¿Por qué me lo preguntas a mi?

Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras…

Los obstáculos los tragiste tú.

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No es lo que tengo, es lo que soy

viernes, 5 diciembre, 2008

«No es lo que tengo, es lo que soy» es la frase utilizada en una campaña publicitaria de una conocida marca de relojes y joyas en la que intervienen actores y cantantes de renombre mundial, pero también es la esencia de la persona.

Hoy en día no es raro ver a las personas ansiosas por tener un coche mejor, un apartamento más grande, un avión privado que le lleve de un sitio a otro y hasta un yate más grande que el del Presidente de la competencia.  En ocasiones esto puede traspasar algunos límites y entrar en el terreno personal, donde lo que se busca es un marido o mujer más atractivo que el de tus compañeros de trabajo, o unos hijos más educados y con mejores resultados académicos que los de tus propios familiares.

El hecho de tener que acumular objetos materiales para demostrar nuestra valía es algo común en nuestra sociedad.  Parece que cuantas más cosas tengamos y mejores sean estas, más valemos frente a los demás.  Pero también es cierto que las personas que no consiguen estos objetivos materiales pueden llegar a frustrarse, a deprimirse por no considerarse tan buenos como la gente de su entorno.

Supongamos ahora que estas personas pierden su yate, su avión, su coche, en definitiva, lo pierden todo ¿Cuál sería su valor entonces?  Es probable que más de uno diga «su valor es cero«, porque al quedarse sin sus bienes ya no tienen nada, no valen nada,  Sin embargo, esas personas todavía retienen lo más valioso de ellas mismas, algo que nadie les puede arrebatar, y son sus valores, y son estos los que realmente hacen a la persona y le dan valor.

El coaching permite que las personas identifiquen sus valores, al tiempo que les permite analizar si los objetivos marcados inicialmente son coherentes con los valores identificados y según los cuales regirá esta etapa de su vida.  Es raro encontrarse con una persona que tenga unos valores y se marque objetivos que van en contra de estos principios fundamentales.  Y son estos valores los que hacen que al final del día podamos decir «No es lo que tengo, es lo que soy«.

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Recolocación de empleados

jueves, 4 diciembre, 2008

La recolocación de empleados es algo cada día más frecuente en las empresas de nuestro país.  Puede que la crisis haya forzado este proceso durante los últimos meses, pero recolocar a las personas de un departamento en otro mientras la escasez de proyectos no permite tenerlas trabajando en lo suyo, o porque las cualidades de una persona estén más alineadas con los objetivos de otro departamento, es algo cada día más común en nuestras empresas.

Cualquier cambio supone un trastorno para las personas, pero también supone una oportunidad si el trabajador sabe aprovechar el momento.  Por eso es tan importante alinear los objetivos personales con los de la empresa, al tiempo que averiguamos cuáles son las habilidades interpersonales que uno debe desarrollar y cuáles las habilidades técnicas que son necesarias en su nuevo puesto de trabajo.

El coach puede ser de gran ayuda en estos momentos de cambio, ya que la metodología utilizada en estos casos permite identificar los nuevos objetivos, las oportunidades que se presentan en el nuevo puesto de trabajo y centrar el desarrollo de habilidades en aquellas que van a ser cruciales para el desempeño de las nuevas labores profesionales.

Por lo tanto ¿qué es lo que hace que a fecha de hoy perdamos ese capital humano en el que se ha invertido tiempo y dinero y que además puede ser de gran utilidad para la empresa dentro de unos meses o incluso ahora mismo?

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La imperfección perfecta

martes, 2 diciembre, 2008

La imperfección perfecta no es otra cosa que uno mismo, que tu pareja, que todo aquello que te rodea y cuya imperfección te atrae hasta tal punto que eres capaz de gozar con ello, de disfrutar de su visión y hasta de compartir tu vida con esa persona.

Durante nuestra juventud los cuentos de hadas nos hacen buscar a nuestro príncipe azul o a nuestra princesa encantada.  Esos cuentos se quedan tan metidos en nuestro subconsciente que durante nuestra adolescencia buscamos a esa persona que nos atraiga físicamente, a esa persona que al estar junto a ella nos haga populares, sin importarnos cómo es por dentro, qué valores tiene y si estos son similares a los que buscamos en nuestra pareja.

Afortunadamente según vamos madurando nos vamos dando cuenta de que la belleza no lo es todo, que el príncipe o la princesa que nos salve de las garras del horrible monstruo de nuestra aburrida vida no existe, o por lo menos se da en raras y contadas ocasiones.  De hecho, el hombre o la mujer perfectos, de existir, no necesitarían estar con nosotros, porque son perfectos, y esa perfección hace que no necesiten de nadie.  Tal vez sea esta la razón por la que al pisar el suelo por el que andamos nos demos cuenta de que la humanidad es imperfecta, de que sólo somos perfectos en nuestras fantasías.

Y es por esto que podemos disfrutar de la vida, no porque seamos personas que disfrutemos de las imperfecciones ajenas, sino porque al ser imperfectos somos como una pieza de un rompecabezas, y por tanto necesitamos de otras piezas que nos complementen y con las que poder terminar nuestro puzzle.

¿Y que tiene que ver el coaching con todo esto?  Muy sencillo, el coaching te ayuda a encontrar tu esencia, tu YO más profundo, tus valores, al tiempo que hace que aumente tu autoestima y esto te permita enfrentarte a los retos que la vida te plantea cada día con energía, ya que tienes claros tus objetivos, tus valores y lo que realmente buscas.

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