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Somos diferentes

viernes, 10 septiembre, 2010

Hace unos días una persona me afirmó con rotundidad que «todas las personas somos iguales«, y es cierto, desde el momento en el que nacemos adquirimos unos derechos fundamentales reflejados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 que son independientes del sexo, la raza y las creencias de cada persona.  De igual manera esta igualdad política es la que los movimientos feministas llevan reclamando desde hace más de un siglo con el objeto de que las mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades que sus homólogos masculinos en el mundo laboral.  Sin embargo, durante el transcurso de la conversación me dí cuenta de que la palabra iguales debía ser sustituida por la palabra idénticos, ya que realmente, lo que afirmaba esta persona, era que todos los seres humanos disponemos de las mismas cualidades físicas e intelectuales para realizar con maestría actividades como estudiar, conducir, bailar o jugar al fútbol.

Hace unos tres mil millones de años comenzó la vida en nuestro planeta a partir de una criatura unicelular que tenía que dividirse para poder sobrevivir.  Esta división celular daba como resultado otra copia exacta, por lo que la apariencia permanecía intacta a menos que hubiera una mutación en su estructura.  De esta manera los cambios eran lentos y la apariencia de estos primeros pobladores de la Tierra permaneció inalterada durante millones de años.

No se sabe muy bien cómo la célula se las ingenió para intercambiar genes con otras células hace ochocientos millones de años.  Pero las nuevas células heredaban de esta forma cualquier ventaja de supervivencia adquirida por las células padre y lograban de esta manera ser más fuertes y resistentes que sus progenitoras.  Así aparecerían hace seiscientos millones de años los animales vertebrados, y hace trescientos millones de años los animales comenzaron a respirar y a andar por la tierra como resultado de este intercambio genético.

Hay que tener en cuenta que es este intercambio de ADN el que hace que los propios integrantes de una misma familia tengan rasgos similares entre ellos, aunque en algunas ocasiones puedan ser tan diferentes los unos de los otros.  Actualmente el ser idéntico a otra persona, o tener los mismos caracteres hereditarios, sólo ocurre con los gemelos nacidos de un mismo óvulo, ya que la clonación de seres humanos está prohibida por motivos que atentan contra la ética.

También es importante tener en cuenta que nuestras características físicas y mentales también pueden ser diferentes en función de nuestro sexo, ya que algunas enfermedades o características hereditarias sólo se transmiten a través del cromosoma X o el Y, cromosomas estos que definen el sexo de las personas.

Por tanto es posible que las personas que crean que todos los seres humanos tenemos las mismas capacidades para realizar con maestría todas las actividades de nuestro día a día deban preguntarse si la frustración de encontrar sus limitaciones tiene algo que ver con ello.  Si la necesidad de aumentar su autoestima para no verse como un fracasado está afectando a sus decisiones.  Si el odio que procesa hacia aquellas personas que consiguen sus objetivos y que tienen características diferentes a las suyas no hace que su forma de enfrentarse a la vida sea diferente pudiendo verse arrastrado hacia el abismo y la oscuridad.

Tal vez la mejor manera de proceder en estos casos sea la de mirarse a uno mismo, identificar mis limitaciones reales, mis recursos y plantearme unos objetivos realistas en función de lo que actualmente tengo y lo que puedo adquirir durante mi camino hacia el objetivo marcado; para lo cual un coach es una ayuda puntual en estos momentos de incertidumbre y frustración que me puede permitir mejorar mi vida.

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Esclavitud en el s. XXI

domingo, 7 septiembre, 2008

Leía esta mañana el artículo «La hipocresía en NIKE» donde el autor, Francisco de Sántoyo, exponía la doble moral de la marca deportiva en relación a los Derechos Humanos, ya que si bien la marca parecía defenderlos de cara al público, luego tenía a niños esclavizados en sus fábricas de Asia y África cosiendo las camisetas y zapatillas deportivas que luego nos vende.

La Real Academia Española, en su vigésima segunda edición del diccionario de la lengua española, define al esclavo como «dicho de una persona: que carece de libertad por estar bajo el dominio de otra«.  Esta es la definición «más popular», la que si alguien nos pregunta daríamos sin apenas pensárnoslo.

Sin embargo, la segunda definición me ha parecido aún más interesante si cabe. En esta se puede leer «sometido rigurosa o fuertemente a un deber, pasión, afecto, vicio, etc., que priva de libertad.  Hombre esclavo de su palabra, de la ambición, de la amistad, de la envidia«.

Si esto es así ¿qué impide que el hombre sea «esclavo de sus creencias«?  ¿Cómo pueden nuestras creencias privarnos de libertad?  ¿Cuándo nos someten a otra persona? ¿Dónde nos toca para que puedan esclavizarnos?  ¿Para qué nos sirven?  ¿Qué nos aportan?

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