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La niña y el elefante

miércoles, 20 julio, 2011

Paula había esperado todo un año para volver a escuchar aquellos rugidos que la ponían los pelos de punta, para oler aquella pestilencia que manaba de aquellas jaulas sobre ruedas y que la impedían degustar aquella bola de algodón rosa que llevaba en su mano izquierda mientras con la derecha se agarraba fuertemente a la de su padre. El circo había llegado de nuevo a la ciudad y ella estaba allí, entre todos aquellos animales salvajes, con los ojos como platos.

Mientras paseaban entre las jaulas de los tigres y los leones pudo observar que al fondo se encontraban los elefantes, por lo que tiró de la mano de su padre para acercarse un poco más al lugar donde se encontraban aquellos enormes animales.

Al llegar al lugar vio que aquellos mamíferos, algunos de los cuales llegaban a los tres metros de alto y cinco de largo, estaban atados por una cadena que unía una de sus patas a una barra de acero clavada en el suelo, por lo que preguntó a su padre: “Papá, ¿cómo es que un animal tan grande y fuerte como este no es capaz de arrancar esa barra del suelo y huir?”.

Su padre la sonrió y respondió: “Cuando el elefante es pequeño el dueño le pone una cadena y lo ata a una estaca. Durante los primeros días el elefantito intenta escapar, tirando de aquella cadena con todas sus fuerzas, pero con el paso del tiempo ve que es imposible romper aquellas ataduras, por lo que ceja en su empeño y se resigna a su destino. Con el paso del tiempo el elefante se hace más grande y fuerte, pero en su foro interno cree que no puede escapar porque esas ataduras que lo unen al suelo son imposibles de romper, entonces ¿para qué intentarlo de nuevo? Así que es por eso que el elefante no se escapa aunque en teoría podría romper fácilmente esa cadena que coarta su libertad”.

Paula se quedó pensativa durante unos segundos, soltó la mano de su padre y dijo: “¡Yo puedo ayudarles!”.

¿Y cómo piensas hacerlo? – inquirió su padre.

Muy sencillo – dijo Paula – Yo tengo la fuerza suficiente para arrancar esas estacas del suelo. Una vez lo haya hecho los espantaré para que huyan y se alejen de aquí lo más posible y así sean libres.

La idea es buena – respondió su padre – pero ¿qué pasará si los vuelven a capturar de nuevo?

Paula se rascó la cabeza mientras fruncía el ceño y maquinaba una respuesta. Al cabo de unos segundos respondió: “¡Los volveré a soltar de nuevo!”.

Tu solución es buena – comentó el padre – sin embargo ¿vas a estar ahí siempre para soltarlos cada vez que se encuentren atados? ¿Y si hacemos otra cosa? ¿Y si les hacemos conscientes de lo fuertes que son? ¿Y si les enseñamos a soltarse de sus ataduras? Tal vez de esta forma no tengamos que estar todo el tiempo pendientes de ellos y así podrán ser libres independientemente de las ataduras que les intenten poner en cada momento de su vida.

¿Y cómo podemos hacer eso papá? – preguntó Paula.

Comencemos hablando con ellos, averiguando qué les impide moverse de ese lugar, descubriendo si están disponibles para el cambio, haciéndoles ver que ya han roto cadenas igual de gruesas. Una vez lo interioricen no habrá nada ni nadie que los pare. Y será entonces cuando puedan ser libres – dijo el padre.

Paula se giró y se acercó a uno de los elefantitos que se encontraban en el recinto. Le acarició la trompa y comenzó a susurrarle algo al oído durante unos minutos. Durante la semana que estuvo el circo en la ciudad Paula se pasó por el recinto de los elefantes todos los días y habló con aquel pequeño elefante.

Algunos meses después de que el circo abandonara la ciudad el padre de Paula entró por la puerta con un periódico en la mano y se lo mostró a su hija. En una de las columnas de la página principal se podía leer una cabecera que decía: “Pequeño elefante rompe sus cadenas y se escapa del redil”. Paula miró a su padre y sonrió mientras pegaba su carita a los cristales de la ventana del salón y decía: “Ahora si que nadie te podrá parar».

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Tocar fondo

sábado, 19 febrero, 2011

El cierre de la empresa, el fallecimiento de un hijo o una ruptura de pareja pueden ser consideradas como crisis vitales, o lo que es lo mismo, momentos en los que nos sentimos desbordados, donde cualquier cosa, por insignificante que sea, parece un problema; y donde estos tienen la habilidad de acumularse unos encima de otros impidiendo que tomemos buenas decisiones.

Algunos analistas económicos dicen que “aún cuando se ha tocado fondo, se puede rascar un poco más”. Esto significa que aunque parezca que la cosa no puede ir peor, aún puede empeorar si no se ponen los medios para remediarlo.

Esta teoría macroeconómica la podemos aplicar en nuestra vida, basta con recordar alguna situación en la que algo nos haya ido mal, digamos una ruptura sentimental. Seguro que en el mismo momento en el que estabas rompiendo con tu pareja ocurrieron otra serie de eventos desafortunados: comenzó a llover, se pinchó la rueda del coche, no llegó el autobús, llegaste tarde a una entrevista de trabajo o te lesionaste al correr para llegar a tu cita.

El libro “El secreto” nos muestra cómo las personas atraemos hacia nosotros acontecimientos similares a nuestro estado de ánimo. Así, si yo pienso que me van a robar la bicicleta, es muy probable que cuando salga del gimnasio me la hayan robado. O que en función de cómo gestione un accidente doméstico, mi día puede ser de una u otra forma (negativo o positivo).

Si bien no vamos a entrar ahora a discutir si está teoría tiene sentido o no, si me gustaría llamar la atención sobre cómo gestionamos ciertos sucesos en nuestro día a día.

La gestión de estos acontecimientos es muy importante, en especial si son negativos. Todo suceso negativo tiene una repercusión sobre nuestra psique. Nuestras emociones suelen salir a relucir en estos casos y tendemos a dejar el raciocinio para otro momento más apropiado, aunque no sepamos cuándo.

Es posible que un acontecimiento aislado no nos desborde si éste no ha sido muy grave.  Sin embargo, si en un periodo de tiempo muy corto tenemos varios hechos de la misma índole, es posible que los sucesos nos empiecen a superar y nos desmoronemos psíquica y físicamente.

Para no derrumbarnos en momentos de extrema tensión debemos pedir ayuda a las personas que nos rodean para que nos sirvan como válvula de escape inicial.  Esa mano nos sirve como punto de apoyo para no hundirnos en lo más profundo del abismo en el que nos ahogamos.

También, al comentar las cosas con otra persona, podemos escuchar lo que estamos diciendo, permitiendo que seamos conscientes de algunas de las cosas que tenemos en nuestra cabeza pero que todavía no las habíamos verbalizado y, por tanto, escuchado.

Aunque es cierto que los amigos y familiares quieren lo mejor para nosotros, no es menos cierto que cuando les contamos nuestras penas, en especial cuando perciben que estamos desbordados, su instinto les impulsa a tomar las riendas de la situación, incluso en ocasiones hacen propios nuestros problemas.  En otros casos no cesan de darnos consejos para que salgamos del entuerto, lo cual, muchas veces, no sabemos si es peor que lo anterior.

A las personas que nos rodean y que tienen un vínculo sentimental con nosotros las cuesta percibir si estamos preparados para resolver el problema que nos trae de cabeza en ese momento o no, por lo que la presión que puede ejercer su voz de Pepito Grillo sobre nosotros puede ser más destructiva de lo que imaginaban, por mucho que crean que nos ayudan en ese momento.

Pedir un poco de tiempo y espacio para respirar no es algo anormal en estas situaciones, ya que en una situación de ahogo lo primero que buscamos es un poco de aire. Sin embargo, también es importante tener en cuenta que el problema lo debemos resolver nosotros, y que el salvarse depende exclusivamente de uno mismo. No importa cuanto nos quieran las personas de nuestro entorno, ni las ayudas que puedan ofrecernos, que si no queremos salvarnos, poco podrán hacer ellos por sacarnos del agua.

¿Y qué situación te impide actualmente proseguir con tu vida y hace que te sientas desbordado?

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Coqueteos furtivos

viernes, 5 noviembre, 2010

El otro día estaba esperando mi turno en la caja del supermercado.  Delante de mi tenía a un chico joven bien parecido.  En la caja, una chica con el pelo recogido en una coleta no cesaba de pasar por el escáner la infinidad de artículos de la clienta que nos precedía sin levantar la mirada.  Tras pasar el último código de barras por el dispositivo, pulsar la tecla de total y lanzar al aire un «son veinticinco con treinta» elevó la mirada para ver quién era el siguiente cliente.  A partir de ese instante las cosas sucedieron en una fracción de segundo.

Al ver al que para ella era un apuesto galán, la empleada bajó la mirada y, antes de coger el dinero que la señora la estaba dando para pagar su compra, lanzó su mano izquierda hacia la goma que sujetaba su pelo y la arrancó literalmente de su cabello.  Su hermosa melena cayó sobre sus hombros y se prolongó por la espalda realzando su belleza.  Tan rápido fue todo que ni la señora que estaba frente a ella ni el propio joven se dieron cuenta de este movimiento semiautomático de la joven.

Una vez comenzó a pasar los productos del chico por el escáner la empleada apenas tuvo contacto ocular con su cliente, demostrando de esta forma cierta timidez ante su caballero.  Sólo cuando le entregó el recibo con las vueltas levanto ella la vista y lo miró a los ojos.  Cuando él la miró ella retiró sus ojos hacia la caja, como si algo se la hubiera perdido en ella.

Las señales que emitimos para comunicarnos pueden ser tan sutiles que en muchas ocasiones nos perdemos el mensaje subliminal que el remitente ha querido transmitirnos furtivamente, como en este caso.  Es probable que si el chico hubiera estado atento a estas señales y hubiera estado disponible le podría haber pedido el teléfono, o directamente para salir, sin miedo a recibir un «no» por contestación.

Esta secuencia de la vida cotidiana nos demuestra que es la mujer la primera en dar el primer paso, pero que es el hombre quien, no sólo tiene que ser hábil en captar las señales que emite su compañera, sino que también debe ser diestro en el arte de seducir.  Cualquier caballero puede ser el hombre perfecto para una mujer y, cuando se dé el caso, ella se lo hará saber de forma sutil.

Hay que tener presente que las personas quieren comunicarse aunque no salga por su boca una sola palabra, así como que los coqueteos ocurren en cualquier lugar: desde una cafetería a un aeropuerto.  Es por tanto importante conocer y prestar atención a las señales que nos envían las personas cuando nos acercamos a ellas.

Y aunque es posible que esta chica esté esperando a que el joven vuelva a comprar algo durante su turno para lanzarle otra serie de señales más directas que capten su atención, lo importante no es esto, sino cuántas veces hemos perdido una oportunidad por miedo a coquetear furtivamente con la otra persona.

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Ser responsable

jueves, 28 enero, 2010

Durante nuestra infancia nuestros padres nos educan primero para responder de nuestras cosas y, durante la adolescencia, para responder de lo que hacemos. De esta forma nos preparan para que al llegar a la edad adulta podamos responder de aquellas acciones y elecciones que hemos tomado libremente. Sin embargo, cuando llegamos al trabajo nos podemos encontrar con personas poco responsables en este entorno.

Las personas responsables en el trabajo ponen atención y cuidado en lo que hacen o deciden, ya que están obligadas a responder ante la empresa de sus acciones y decisiones. Estas personas suelen asumir con el tiempo nuevas funciones, las cuales acarrean mayores responsabilidades. Este hecho suele traducirse en un ascenso y, por consiguiente, en una subida de sueldo.

Al contrario que las anteriores, las personas con esta cualidad menos desarrollada tienden a no tomar ninguna decisión por si mismas, esperando a que alguien les diga lo que tienen que hacer. No suelen asumir nuevas funciones y siempre tienen a alguien a quien echar la culpa si algo sale mal.

Hay que tener en cuenta que las empresas suelen buscar a personas responsables para asumir los puestos más importantes de la compañía, es decir, los mejor remunerados. Hoy en día es raro encontrarse con multinacionales cuyos presidentes o altos directivos tengan esta cualidad poco desarrollada.

También hay que tener en cuenta que el sueldo suele ser proporcional a lo que una persona trabaja, entendiendo por trabajo tanto la actividad física como la intelectual, pero sobre todo por las responsabilidades que asume y el beneficio que reporta a la empresa.

Algunas de las lecciones que podemos aprender de todo esto es que las personas con la responsabilidad poco desarrollada pueden aumentarla si están dispuestos a ello. De entrada nos puede resultar incómodo y complicado encontrar cuáles son las razones y las causas que bloquean a estas personas en el desarrollo de esta cualidad, por eso hay ocasiones en las que utilizar a un profesional puede ser muy ventajoso. En cualquier caso no hay que desanimarse con estas personas, sino intentar comprender sus las limitaciones que las impiden crecer en este sentido.

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¿Dónde me equivoqué?

domingo, 27 diciembre, 2009

Después de una ruptura de pareja alguna de las partes se puede preguntar ¿dónde me equivoqué?  Esta pregunta puede ser muy importante si nos permite mejorar nuestra próxima búsqueda de pareja, sin embargo, es importante que no se convierta en una pregunta obsesiva que me recrea en la pérdida de esa persona fomentando mi victimismo e impidiendo seguir adelante con mi vida.

El entrar en este comportamiento compulsivo donde recreo una y otra vez la pregunta fustigándome con ella, además de no ser muy positivo para nuestro equilibrio mental, sólo aumenta nuestro victimismo.  Un victimismo que, por otra parte, mitiga en parte la perdida que acabamos de sufrir, pero que impide nuestro desarrollo personal y aumenta el tiempo para que podamos estar disponibles para otra relación.

Otra alternativa que suele darse a menudo se puede simplificar con la frase un clavo quita otro clavo.  Es cierto que comenzar una nueva relación a las pocas horas de concluir la anterior puede mitigar en cierta manera el dolor de dicha pérdida.  Sin embargo, estas relaciones puente no son más que eso, una relación pasajera donde posiblemente vuelva a cometer los mismos errores que en la anterior, o exactamente los opuestos debido al efecto rebote que tiene lugar en la persona al intentar evitar los fallos cometidos en su relación anterior.

Es importante tener en cuenta que toda pérdida requiere de un tiempo de duelo.  Un tiempo durante el cual mi YO no está disponible para nada ni para nadie.  Hace unas décadas, las viudas de nuestro país vestían de negro durante un año antes de comenzar una nueva relación, mostrando así que estaban de luto por la pérdida de su marido.  Si bien la ruptura de una pareja es menos drástica que la muerte, no por ello es menos dramática para algunas personas.  ¿Cuántas veces hemos escuchado a alguna persona decir que todavía se acordaba de su pareja después de dos o tres años desde la ruptura?

Cada persona tendrá una manera de proceder ante la ruptura de su pareja, sin embargo es importante tener en cuenta que un tiempo de duelo puede ser positivo para llegar a comprendernos un poco mejor y desarrollar aquellas habilidades interpersonales en las que más hayamos flaqueado, así como para reflexionar y recabar información sobre la persona que busco para pasar el tiempo conmigo.  Asimismo es importante evitar en la medida de lo posible el victimismo y la autoflagelación, así como todas aquellas preguntas que me enganchan en un búcle y que sólo debilitan la autoestima.

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El yo disponible

domingo, 13 diciembre, 2009

Muchas veces nos encontramos con personas a las que damos consejos en función de nuestra experiencia personal para que su vida les vaya algo mejor.  Sin embargo, también son muchas las ocasiones en las que esos consejos caen en saco roto, no surten ningún efecto, nada cambia en esa persona, sólo conseguimos que aumente nuestra frustración al ver que todo sigue igual ¡a pesar de los maravillosos consejos que he dado!

Cierto, los consejos han podido ser muy buenos, no obstante debemos comprender a la otra persona.  Debemos comprender que esa persona puede tener ciertas obsesiones que la están bloqueando en ese momento, impidiendo que pueda actuar en la dirección que quiere.

Para que una persona pueda actuar para conseguir sus objetivos tiene que estar disponible, no debe tener ninguna interferencia que la impida actuar en la dirección marcada, es entonces cuando decimos que tiene el yo disponible y puede comenzar a cambiar su vida.

Para que el coaching sea efectivo, el cliente tiene que estar libre de impedimentos para alcanzar las metas marcadas, tiene que estar disponible.  De igual forma, las personas con las que nos topamos cada día tien

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