Artículos etiquetados ‘comunicacion’

Relaciones destructivas

martes, 9 noviembre, 2010

Hay parejas cuya relación comienza a deteriorarse tras años de vida en común.  Aunque nadie puede dar una respuesta exacta sobre las causas por las que una pareja comienza a distanciarse, lo que parece común a todas ellas es que los problemas comienzan a amontonarse uno encima del otro y, al final, no se sabe cómo gestionarlos.  Las causas que inician este alejamiento pueden ser tan dispares como la educación de los hijos, la ausencia de vástagos, la divergencia de opiniones en asuntos de importancia, un cambio de intereses o que una parte se siente menos querida.  Independientemente de la causa inicial, la comunicación en la pareja se ve afectada de manera directa, lo cual puede llevar a la ruptura de la pareja finalmente.

Según el I.N.E. el número de divorcios en nuestro país ha bajado un punto desde 2006.  Aunque me encantaría poder decir que esto ha sido debido al trabajo realizado por psicólogos y coaches, me temo que debo reconocer que ha sido debido a la crisis económica que estamos sufriendo desde hace cuatro años.  Durante este periodo las parejas que quieren separarse analizan los pros y los contras de una separación y concluyen que la mejor solución es divorciarse más adelante, cuando la economía vaya mejor, y por el momento seguir compartiendo los gastos de la casa, los colegios, la comida, el alquiler o la hipoteca para mantener el nivel de vida que venían disfrutando hasta el momento.

Si la opción elegida es la de vivir en el hogar conyugal y mantener vidas separadas es importante que la comunicación de la pareja no se convierta en destructiva.  Entiendo que la comunicación es destructiva cuando en una conversación se utilizan palabras que denotan desprecio, desaprobación, agresividad o resentimiento y cuyo único objetivo es «dañar a la otra persona».  Aunque existe una motivación interna en cada persona para lanzar este tipo de ofensas a la cara de la otra persona, hay que tener en cuenta que al entrar en este círculo vicioso la persona deja de valorar aquellas cualidades que vio en su amante al comienzo de la relación y que en parte fueron las instigadoras de unirse como pareja.

Lo bueno de las relaciones humanas es que se pueden arreglar, pero para ello hay que desearlo.  Está claro que una terapia de pareja no sirve para nada si una de las partes está obstinada en no hablar y se queda encerrada en su mundo, pero asumiendo que exista un interés común por ambas partes, la terapia crea el marco para que la pareja pueda comenzar a comunicarse.

La creación de un marco diferente al que estaban acostumbrados permite desarrollar ciertas habilidades de comunicación que hasta ahora se tenían olvidadas en el baúl de los recuerdos, además de adquirir nuevos comportamientos que mejoran la escucha activa.  Sin embargo, e independientemente de si la pareja acude o no a una terapia, hay que tener presente cómo reacciona cada miembro de la pareja cuando se le plantea un problema.

Es de todos sabido que el hombre está programado para dar soluciones a los problemas que se le plantean, y eso es lo que la sociedad espera de él.  Cuando recibe un problema, el hombre entra en su cueva para meditar sobre el asunto.  Sólo cuando obtiene la solución saldrá para comunicarla al resto de los mortales.  Mientras tanto no quiere ser interrumpidos por nadie.  Es más, si alguien le pregunta por el asunto en cuestión mientras está cavilando, se irrita, pudiendo llegar a dar contestaciones poco afortunadas.  De igual manera, si no puede solucionar sus problemas por sí mismo, el hombre se siente mal, ya que su obligación como líder de la manada es solventarlo sin ayuda de nadie.

El comportamiento de la mujer cuando tiene un problema es diametralmente opuesto al de su compañero.  Cuando algo atormenta a la mujer, ésta llama por teléfono a sus amigas o queda con ellas para tomar un café y charlar sobre el asunto.  La mujer busca ayuda en otras personas porque la sociedad entiende que necesite apoyarse en otros.  De hecho pone en común sus preocupaciones con sus seres más allegados.  Es más, no la importa que nadie la pregunte sobre el tema cuando todavía está en proceso de análisis, ya que esto la puede dar un punto de vista nuevo o ayudar en su enfoque.

Al ser conscientes de que nos comportamos de forma diferente al analizar una misma situación y que una misma realidad es percibida de forma diferente por las distintas personas, seremos capaces de entender a nuestra pareja y de modificar nuestro comportamiento en la medida que sea necesario sin perder nuestra identidad ni nuestros valores personales.

Independientemente de lo que ocurra en la pareja hay que tener en cuenta que la comunicación es esencial para que la relación fructifique o, si ha de concluir, lo haga de una manera amistosa donde no queden emociones de rabia o resentimiento. Es imprescindible saber escuchar de forma activa y saber qué es lo que quiere la otra persona con el único objetivo de evitar una ruptura de pareja por falta de interés o porque no sabemos lo que queremos.

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Todo va mal

lunes, 1 noviembre, 2010

Hay momentos en nuestra vida en los que parece que todo nos sale mal: nos reducen el sueldo debido a la crisis, comenzamos a tener achaques hasta ahora impensables, nuestra relación de pareja se deteriora por el paso del tiempo, salimos menos a divertirnos con nuestras amistades de toda la vida y la mayor parte de nuestro tiempo libre lo dedicamos a preocuparnos por el futuro de nuestros hijos que parecen no salir adelante.  Pero esto que parece malo… ¡puede ir peor!

El mundo no es perfecto, por lo que lo normal sería que en nuestra vida tuviésemos momentos buenos y otros malos.  La proporción de unos y otros no se puede precisar con exactitud, pero lo que parece cierto es que hay instantes donde la conjunción de los planetas hacen que todo vaya, no mal, sino peor.  No importa lo que hagamos, seguro que sale rana.  En el trabajo hay una bajada de sueldos… a mi me despiden.  Las relaciones de pareja tienen sus fluctuaciones… la mía termina en separación.  Algunas amistades tienen achaques puntuales… yo no puedo despegarme de la cajita de pastillas ni un momento por miedo a tener un ataque al corazón o una subida del colesterol.

Todas las desgracias parecen suceder en el mismo intervalo de tiempo, como si hubieran estado esperando mi peor momento para hacer su presencia en sociedad.  Todas juntas, a la vez, de golpe y porrazo.  Es en estos momentos cuando la persona comienza a preguntarse qué pasa a su alrededor, si alguien la ha echado un mal de ojo,  o qué ha hecho para merecerse lo que la está cayendo encima.

Frente a esta situación las personas actúan de diferentes maneras.  Unas lo aceptan con total parsimonia, pudiendo achacarlo al destino o a un ente supremo sobre el que ellas poco o nada pueden hacer.  Estas personas parecen vivir la vida en función de lo que el destino las depare, aludiendo que para qué van a hacer nada si el destino ya está escrito.

Otras lo achacan a los demás.  Son las personas que tengo a mi alrededor las que tienen la culpa de que a mi me ocurra esto.  Son ellas las que me tratan sin respeto, las que me mueven de un sitio a otro, las que me tratan mal.  Ante estos vapuleos lo único que puedo hacer es sacar mi genio y agresividad para protegerme de las personas de mi entorno.

Es posible que ha fecha de hoy todavía no seamos capaces de prevenir ciertas enfermedades genéticas, pero lo que parece estar claro es que la forma en la que afrontemos nuestros problemas es decisivo en el resultado que obtenemos.  Las cosas pueden suceder por alguna razón, o sin razón alguna, pero son mis comportamientos los que harán que esa situación mejore o empeore de forma considerable.

Si mi relación de pareja está en un momento delicado no implica que vaya a terminar en separación, es más, en función de cómo lo afronte puede terminar reforzando mi matrimonio.  Si en la empresa están recortando los sueldos no implica que a mi me vayan a echar, siempre puede darse el caso de que surja una oportunidad de trabajo hasta el momento impensable por cómo estaba estructurada la empresa.

Las cosas son del color del cristal con las que las observamos.  Por eso es tan importante que nuestros cristales no sean tan oscuros que no nos permitan ver el lado positivo de las cosas, ya que esa positividad será la que nos permita afrontar las situaciones difíciles con otro espíritu.  Un espíritu que puede darnos alas para salir airosos y reforzados de la experiencia.

Pero no sólo se trata de ser positivos ante las situaciones difíciles, sino de tener el comportamiento adecuado.  Los comportamientos los podemos modificar, y es este cambio el que nos permite ser percibidos por los demás de forma diferente.  Pero para ello debemos ser sujetos activos, tomar las riendas de nuestro destino y pasar a la acción.  Las cosas pueden ir mal, pero a partir de ahora irán mejor para mi.

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Algo que perder

jueves, 28 octubre, 2010

No es raro encontrarse con hombres que son capaces de mirar a una mujer y, a los pocos segundos, estar hablando con ella como si fueran amigos de toda la vida.  Es más, si los dejas conversar unos minutos, es posible que intercambien desde el teléfono hasta la dirección de correo electrónico, si no algo más.  Estas personas tienen tal desparpajo y soltura con las palabras, y son tan extrovertidas, que el resto de los mortales parecemos unos tímidos sin remedio.

Cuando te encuentras con estos maestros en el arte de seducir te preguntas si alguna vez se quedan sin palabras.  Sin embargo, por muchas vueltas que puedas darle, nunca les ocurre eso.  Estas personas parecen hechas de otra pasta, una pasta que las hace diferentes, que las hace dignas de ser idolatradas, porque por muy apurada que sea la situación, ellas siempre encuentran la palabra adecuada o la pregunta apropiada para mantener a la otra persona con un brillo en su mirada y una sonrisa radiante que dice «no te vayas todavía«.

Está claro que este tipo de personas suelen tener una autoestima elevada sobre sí mismas, y eso se refleja en cómo se presentan ante las otras personas, cómo se mueven entre ellas y cómo se comunican con su entorno.  Estas personas son capaces de saber si la otra persona está disponible e incluso qué quiere ella con tan sólo observarla unos segundos, gracias a la maestría que tienen descifrando las señales que las personas emiten a su alrededor.

Obviamente no hay que menospreciar estas cualidades, pero también hay que tener en cuenta que es cuando no nos jugamos nada que somos más osados.  Y es en estos momentos, cuando realmente tenemos algo que perder frente a la otra persona, que el ritmo cardíaco se acelera, la respiración se entrecorta y las palabras parecen no fluir con tanta facilidad de nuestra boca.

Por eso es importante fijarse en las señales que emite la otra persona y, posiblemente, tener en cuenta que si no existe ninguna señal de nerviosismo en su voz, en su mirada o incluso en su respiración, es posible que no tenga un interés real en nosotras.  Tal vez el interés exista, pero sea algo pasajero.  Un «aquí te pillo, aquí te mato«.  Y si es eso lo que buscamos ¡adelante!.  Pero si es una relación estable lo que nos interesa, entonces es posible que debamos replantearnos el encuentro.

En esta vida son pocas las ocasiones en las que se nos ofrece una segunda oportunidad para hacer algo, así que cuando nos encontremos con esa persona que nos llame la atención no perdamos la oportunidad de acercarnos a ella y entablar una conversación.  Lo peor que te puede pasar en ese momento es que no quiera hablar contigo o te haga algún feo, pero esto es más llevadero que tener en tu mente durante el resto de tu vida la pregunta «¿Qué hubiera pasado si…?«.

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Señales

viernes, 25 septiembre, 2009

Suena el despertador.  Abres los ojos y ves que junto a ti no hay nadie.  Te levantas.  Te vistes pensando cuándo te podrás quitar esa ropa de nuevo.  Desayunas sin nadie que te acompañe en esos primeros minutos del día.  Te subes al metro y, a pesar de la gente que te rodea, te falta algo.  Comienzas a subir las escaleras mecánicas y ves que por el otro lado baja una persona que momentáneamente hace que tu corazón se acelere.  Esbozas una sonrisa.  Inconscientemente buscas una señal que te diga que has encontrado el amor y que te haga darte la vuelta para coger su mano.

¿Dónde encontramos el amor?  Nadie sabe dónde encontrarlo, si lo supiéramos, todos sabríamos dónde mirar y no tendríamos que estar buscándolo desde el momento en que salimos de casa, ni tendríamos que hacer nuevas actividades extracurriculares para conocer a gente nueva, ni siquiera tendríamos que estar dados de alta en portales de Internet donde elaboran un perfíl para encontrar a la pareja más afín a tu personalidad.  Bastaría con ir al sitio concreto, a la hora en cuestión, el día indicado.

Patrick Hughes nos muestra esta búsqueda del amor en su película «Signs» (señales), la cual presentó a concurso en el Festival Schweppes de cortometrajes de este año.  Este cortometraje de apenas doce minutos nos muestra cómo una persona busca ese amor que no termina de encontrar.  Cómo busca cualquier señal para acercarse a la otra persona y entablar una conversación que pueda llevarlos a una relación.  Cómo cambia nuestra vida cuando encontramos a esa persona que nos llena por completo.  Y cómo cambia drásticamente nuestra vida, y lo que antes era apatía y aburrimiento ahora es energía y derroche de simpatía y humor.

Sin embargo, en algunas ocasiones, nuestros miedos y creencias nos hacen desperdiciar oportunidades de oro que no volverán a repetirse jamás.  Así, cuando la otra persona desaparece fortuitamente de nuestra vida sin haber podido dar ese paso que nos hubiera llevado a una relación, nuestra vida se viene abajo.  Nos sentimos abatidos, perdemos esa energía y ese vigor que nos impulsaba hasta hace pocos días y nos fustigamos por haber perdido la ocasión de nuestra vida, porque no sabemos cuándo volveremos a tener otra ocasión igual.

¿Y cuál es la manera de proceder para conseguir el amor?  El tener confianza en uno mismo es un buen comienzo.  Muchas personas tiran su imagen por los suelos ante un reto semejante, evitando pasar a la acción: soy de estatura baja, tengo algunos kilos de más, tengo poco pelo…  Lo curioso es que nadie les ha dicho que la otra persona no esté buscando alguien con esas características o cualidades luego ¿qué hace que se lo digan a si mismos? Tal vez la falta de autoestima.

Para comenzar a elevar nuestra autoestima podemos comenzar por preguntarnos: ¿cuáles son mis cualidades?  De esas cualidades ¿cuáles son las que más gustan entre el sexo opuesto?  Cuando he pedido a alguien para salir ¿siempre me ha dado una respuesta negativa?  En aquellos casos en los que la respuesta fue positiva y comencé una relación ¿qué hice para que su respuesta fuera afirmativa?

Para pasar a la acción, y no dejar pasar esta oportunidad, nos pueden ayudar  preguntas del tipo:  ¿Cómo me sentiré si no salgo con esa persona?  ¿Y cómo me sentiré si consigo salir con ella? ¿Cómo mejorará mi vida actual con esta persona?

En cualquier caso la última escena del cortometraje nos puede ayudar a visualizar nuestro objetivo de forma más fácil, nos puede ayudar a ver lo que queremos conseguir, ese lugar al que quiero llegar: el corazón de la otra persona.

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